Por: Paloma Valencia
Colombia vive entre dos circunstancias incomprensibles, que nos hacen muy difíciles todos los cambios y cualquier progreso. La primera, la facilidad con la que tendemos a la violencia y la segunda, esa eterna manía de justificarla. Pese a todo lo que hemos sufrido, pese a las muertes, el dolor y lo vivido, hay un sector en la sociedad que tiene esa idea de que hay crímenes buenos, en el sentido de que tienen causas tan fuertes que justifican el accionar violento.
Creo que ambas están íntimamente relacionadas, es decir, somos propensos a la violencia porque estamos siempre dispuestos a justificarla. Si la sociedad se hiciera absoluta y definitivamente intolerante con lo violento, mi hipótesis, es que su uso caería de manera significativa, hasta el punto de casi desaparecer.
¿Por qué podemos justificar que unos colombianos violenten a otros? Una cosa es que entendamos la rabia, que empaticemos con los reclamos, que nos parezca que los colombianos merecen más, que detestemos la corrupción y que nos impaciente la ineficiencia del Estado, que queramos cambios para Colombia y para el mundo, en todo esto podemos estar de acuerdo. Sentirlo con fuerza. Otra cosa, muy distinta, es que tengamos la idea de que eso justifica tomar acciones violentas.
Justificar – no explicar- implica que sentimos que las razones que mueven las acciones son válidas, moral y socialmente. Por lo tanto, algunos sentencian que quienes son receptores de la violencia se lo merecen. Y otros, que al menos, está bien que quienes ejercen vías de hecho o violencia lo hagan porque tienen razón, porque les enfurece la injusticia.
En el discurso, al menos, todos estamos de acuerdo en que los bloqueos son malos, son vías de hecho. Destruyen empleos, destruyen proyectos de vida, destruyen empresa y por lo tanto destruyen a quienes pagan impuestos.
Si queremos más justicia y un mejor país ¿Cómo podemos justificar que se destruya nuestro sector productivo? Si queremos más riqueza ¿por qué destruimos la que hay? Si los jóvenes quieren y merecen empleos ¿por qué no cuidar a los empresarios que los generan?
Colombia tiene que empezar por abolir la idea del delito político. Esta es la manera de poner en la ley la nefasta idea de que hay violencias que se justifican. Toda violencia es mala. Conformar el estado significa que renunciamos al uso de la violencia. Se transfiere al estado la fuerza para que administre justicia y mantenga la seguridad. Desde ese mínimo se construye; se crean los bienes públicos, se abren las oportunidades, se trabaja para generar riqueza y lograr un país próspero.
Pongámonos de acuerdo en eso; una sociedad viable necesita rechazar todas las violencias.
No podemos seguir negociando con los derechos de unos colombianos. Diálogo mientras haya bloqueos equivale a extorsión. La exigencia de derechos para unos puede significar masacrar los derechos de los otros. El estado tiene que cumplir con sus funciones. La debilidad solo aumenta el caos y da lugar a nuevas y mayores violencias.
Requerimos un estado fuerte, respetuoso de los derechos humanos de todos, que permita un marco donde los derechos de todos puedan convivir. Esto que vivimos en Colombia se parece más al estado de naturaleza donde el hombre es un lobo para el hombre. Es la negación del estado de derecho.