Por: Paloma Valencia
Hoy 21 millones de colombianos están en la pobreza, esto es el 42,5% de la población. 7,5 millones de ciudadanos están en la pobreza extrema, el 15% de nuestra población. 2,3 millones de colombianos ingieren menos de tres comidas al día, 1,6 millones más que el año pasado, a causa de la pandemia. En Barranquilla por ejemplo, antes de la pandemia 83% de las familias comían tres veces al día, hoy sólo 34% y en Sincelejo donde estábamos cerca de que todos comieran tres veces al día (92%) pasamos a que menos de la mitad, el 40%, pueda tener la alimentación completa. Hay 7.819 hogares que comen menos de 1 comida al día.
Estas cifras no son solo números, son ciudadanos colombianos pasándola muy mal. Y a esta dramática situación habría que sumarle los brutales resultados del paro que nos ha costado más de 15 billones de pesos y cuyas cifras sobre pérdida de empleo, encarecimiento de la canasta básica y destrucción del sistema productivo aún no se asientan.
Considero que es un deber moral de todos erradicar la pobreza extrema y subir las condiciones de vida de los ciudadanos para sacarlos de la pobreza. En ese ánimo deberíamos estar todos. Es algo que no tiene tinte político, que no tiene como criticarse, que nos compete a todos. Necesitamos una estrategia nacional para superar la pobreza y un presupuesto sustantivo para hacerlo.
Lo he propuesto varias veces, pero tengo que insistir. Estoy convencida de que los programas de autoconstrucción -con ingenieros y arquitectos residentes- donde se le pague a los ciudadanos, se los forme en un oficio, se les den los materiales y además queden con vivienda o con las mejoras de vivienda, con los acueductos y alcantarillados y vías terciarias, construidos por ellos mismos, pueden dar un golpe de bienestar. No solo se proveen unos ingresos a las familias sino que además logramos condiciones materiales distintas y dignas para esos colombianos.
En este contexto es inaceptable que se estén creando más cargos burocráticos en el Estado. Por fuera de esta discusión sobre su necesidad o conveniencia, estoy convencida de que tenemos necesidades más significativas. Los pocos recursos que hoy tenemos deben ser destinados a superar las condiciones de pobreza y avanzar en la reactivación económica.
Hay más de dos millones de empleos que no hemos logrado recuperar, que sí teníamos el año pasado. Un desempleo del 15% es altísimo, sobre todo cuando se considera que antes de la pandemia estábamos en el 10-11% y que el 48,7% de ese empleo es informal. A esto hay que agregarle el efecto del paro sobre el cual Corficolombiana estima que perdemos 400 mil empleos; Camacol habla de la pérdida de 472 mil empleos; y Min Agricultura estima 1,8 millones de empleos del agro amenazados con desaparecer. Lo cierto, es que durante la pandemia el 10% de las mipymes se declararon en quiebra. Cerraron 509 mil micronegocios. Sin negocios no se genera empleo, sin negocios no hay quien pague impuestos. Es inaceptable que en estas condiciones estemos pensando en burocracia -por mucho que se necesite. Hay necesidades más urgentes e imperiosas: la recuperación económica para generar empleo y la atención de los más pobres. Solo votaré una reforma tributaria para estos propósitos.