El amigo que se nos adelantó
Por: Amadeo González Triviño
Una página que nos convoca en el día de hoy, es la partida hacia lo eterno, de nuestro amigo, escritor, profesor universitario, poeta y sobre todo, gran amigo JOSE LEOPOLDO QUEVEDO, conocido dentro de las letras como LEOPOLDO DE QUEVEDO Y MONROY.
Con ocasión de nuestra amistad con la escritora GLORIA CEPEDA VARGAS, en la ciudad de Popayán, y en un evento realizado con la complicidad de JAFETH GOMEZ, en su tienda Wipala hace muchos años, una pareja de amigos se trasladó desde Cali para participar de ese encuentro con la palabra que tenía que ver con la presentación de mis poemas y de la revista Cuatrotablas. Uno de ellos era LEOPOLDO DE QUEVEDO Y MONROY, el escritor, quien se contagió de nuestro quehacer literario y cultural y desde entonces nos unió un fuerte abrazo que perdurará más allá de la existencia misma y que solo en la memoria se podrá abrigar hasta que ella desaparezca por completo de nuestra existencia.
Ha sido duro aceptar la pérdida de éste gran amigo. Siempre esperamos ser nosotros los primeros en partir, cuando hay tantos seres queridos que no queremos condenar a nuestra ausencia, porque la pérdida de aquellos es superior a nuestras propias fuerzas y quizá por ello, reiteramos esta frase que se repite siempre y que muchos, la llevamos como una impronta por la trascendencia del dolor de la partida.
Las palabras y el mensaje de una amiga, con quien compartimos en Cali en un encuentro liderado por Leopoldo de Quevedo, la escritora y poeta María Teresa Ramírez Nieva, al conocer la noticia de su partida expresa: “Realmente la muerte anda desatada danzando en las marchas en los bloqueos en las fiestas pero nunca esperé que Leopoldo se me adelantara qué amistad tan perfecta sin ningún detalle o reproche su cabello color trigo maduro creciéndole me llenaba de una gran satisfacción estoy totalmente anonadada y como no es malo voy a llorar un rato porque compartimos algunas cosas increíbles con su familia cuando él ante un dolor espiritual necesitaba esa mano amiga sus hijos me buscaron y pude realmente darle un poquito de alivio y hacerlo reír ay Dios mío no puedo con este dolor pero saldré adelante”
Y estos instantes resurgen cuando otra amiga, la escritora y poeta Teresa Consuelo Cardona evoca con estas sentidas palabras a nuestro común amigo y poeta: “Conocí a Leopoldo como lector de mis columnas de opinión en Palmiguía, muchos años antes de conocer sus poemas. No supe, por mucho tiempo, que Leopoldo de Quevedo, era el mismo Leo que me escribió comentarios acertados, útiles e impecables en el uso idiomático. Cuando coincidimos en un evento poético, me lo confesó y reímos mucho de su ‘doble personalidad’. Me contó que iba a ser sacerdote pero se arrepintió en el último momento, porque supo que terminaría siendo ateo o por lo menos, rebelde frente a la institucionalidad religiosa. Sus versos eran simples, pero profundos. Breves, pero infinitos. Claros, porque salían del alma. Bellos, porque brotaban del corazón. Agradezco a los accidentes de la vida haber cruzado mis pasos con los de Leopoldo de Quevedo, haber disfrutado de su sentido del humor, de poesía viva, de su abrazo cálido, de su conversación amena. Atesoraré siempre su recuerdo.»
Su presencia en Garzón, y su palabra, perdurarán por siempre con su recuerdo, con su consejo con su apoyo desde más allá de la eternidad.