Huilensidad
Por: Ana Patricia Collazos Quiñones
A ritmo de Rajaleñas/ retomamos la escritura/ porque la vida sonríe/ así la cosa esté dura. Y es que la poesía popular que nos identifica regionalmente y que se acompaña de un ritmo musical sencillo y cadencioso, es el Rajaleña, una manera de ver la vida con un poco de humor, algo de picaresca y mucha creatividad en la improvisación de la que surgen las letras cantadas.
Una de las más importantes tradiciones de nuestra fiesta sampedrina es la música, con todos los elementos que ella reúne, los instrumentos que componen la cucamba, sus intérpretes e instrumentistas y, por supuesto, los compositores. Este universo de expresiones, que tienen su origen campesino nos permite mostrar esa esencia festiva que nos caracteriza. Y de este modo, la mitad del año, el mes de junio, empieza a tener sonoridades distintas, ritmos alegres, sonidos autóctonos que solo se escuchan en esta temporada.
Pero, justamente hacia allá quiero apuntar mi comentario de hoy, y es a la pervivencia de nuestra fiesta. ¿Qué tantas acciones estamos haciendo para que estas tradiciones se conserven? Desde nuestra individualidad, ¿Intentamos escribir y cantar un Rajaleña? ¿En otra época del año, diferente a junio, ponemos música huilense en nuestras listas de reproducción? Estos cuestionamientos surgen en una temporada donde cada día vemos que el Festival del San Pedro, vuelca toda su atención en los reinados como si allí radicara la mayor importancia de un proceso cultural de más de sesenta años.
Nunca como hoy, se hace más necesario un proceso juicioso y crítico de salvaguarda de nuestro festival, donde se puedan promover acciones de reconocimiento de nuestras expresiones folclóricas y multidiversas, en donde la pedagogía de la cultura empiece desde la infancia, pero también, que sume a este proceso, a los actores de la institucionalidad, del quehacer cultural y de la educación. Nunca como hoy, tenemos claro que se debe hacer entender que nuestro festival no es el reinado, que la cultura se fundamenta en nuestro patrimonio cultural y que el turismo, antes que una acción comercial, es una manera de valorar lo que tenemos como región y lo que somos como pueblo.
Nunca como hoy, vemos como se diluye entre las manos, un tesoro como la diversidad de las expresiones musicales, las creaciones dancísticas y las tradiciones que nos han unido por décadas. De esta manera, nos estamos viendo abocados a la extinción de prácticas culturales que han sido valiosas para la conformación de ese concepto del que nos preciamos y que es la Huilensidad. Ayer fue día de San Pedro, Día de la Huilensidad. Es momento de pensarnos críticamente, propiciar la apropiación social de nuestro patrimonio y para salvaguardar nuestra cultura.