El 7 de julio se conmemora los 30 años de la entrada en vigencia de la Constitución Política Colombiana, que nace como un proyecto eminentemente humanista y democrático, que surge de la necesidad inmensa que tenía el Estado Colombiano de un lado de reorganizarse, para responder a una sociedad cada vez más crítica después de 104 años de vigencia de la anterior constitución, de otro lado como un instrumento para la reivindicación de libertades, derechos y garantías hasta ese momento limitados, y finalmente para buscar respuesta y solución a los múltiples conflictos y violencias que asolaban a la Nación, de la mano del narcotráfico, el conflicto guerrillero, y la violencia política.
Esta nueva constitución tuvo objetivos importantes que cambiaron las dinámicas sociales, económicas y políticas de Colombia, sin embargo, estos cambios también traen como consecuencia los graves problemas que en el presente tenemos.
De un lado se legitiman los derechos de la ciudadanía, y se transformó la cultura política de Colombia, haciendo que la comunidad perciba como una realidad la posibilidad de la participación política, dando como consecuencia la posibilidad de la victoria política, el surgimiento de nuevos partidos y la atomización en detrimento de los partidos tradicionales; sin embargo, esa atomización de partidos surge de los mismos liderazgos y caudillos que venían gobernando, y mientras a nivel nacional, se logra oxigenar el estado, en lo local los problemas se acrecientan de la mano de la corrupción y la violencia creando verdaderos feudos electorales que no han permitido una legitima participación política de la sociedad.
De otro lado a pesar de ampliarse la posibilidad de la participación política, con lo que no se contaba era con la baja participación real de la comunidad en los procesos electorales, se amplían los derechos, se amplían los deberes, pero la sociedad no responde a la expectativas de esta nueva realidad, y los porcentajes de abstención, voto en blanco y voto nulo, superan con creces el 50% de la población en capacidad de votar, dejando en manos realmente de unos pocos la posibilidad de elegir, y si se suma a esta realidad la cooptación del voto, ya sea mediante la compra del mismo o mediante la coerción violenta, el sueño de una democracia participativa no se ha hecho realidad.
¿Pero se necesita realmente una constituyente como están pidiendo muchos actores después del paro que ha frenado al país por más de 70 días?, la verdad creo que NO. No nos dejemos envolver en discusiones bizantinas, y mejor sigamos revisando cuales han sido las falencias más grandes en que hemos caído, y busquemos la forma de solucionarlas, pues si La Constitución del 91 fue un instrumento para “superar una democracia que se consideraba limitada, alejada de los ciudadanos, manipulada por dos partidos con recursos institucionales ilimitados, encabezados por una presidencia imperial, centralista y autoritaria.” (Melo,2011), hoy el que está alejado y da la espaldas al país es el gobierno actual, la clase parlamentaria que nos representa y ese 51 % de la población que estando en capacidad de votar no lo hace, dejando en manos de unos pocos la responsabilidad de elegir a los gobernantes que nos merecemos.
