Todo el territorio nacional está invadido como plaga siniestra de delincuentes dispuestos a matar para concretar su fechoría en medio de la más pavorosa impunidad que por supuesto es el mayor estimulante para el crimen frente a un Estado impotente para garantizar la vida, honra y bienes de las personas, y nuestra región no podía ser ajena a esta plaga, al punto que no pasa un día en que no tengamos que lamentar un crimen atroz como el cometido en la joven y promisoria humanidad de José Luis Valencia González, asesinado vilmente por delincuentes despreciables que patrullan las calles drogados y sedientos de sangre en las barbas de las mismas autoridades, la mayoría de ellos judicializados por sus crímenes pero gozando de libertad por cuenta de un sistema penal hecho a su medida, sabedores de esa impunidad para el ejercicio de su reinado de terror.
Y es que no hay duda que la auspiciadora de esa demencial vocación del delincuente para matar, está dada por esa impunidad que hace posible que el asesino tenga la certeza de que su crimen quedará sin sanción como que el 97 por ciento queda en total impunidad, como han quedado todos los magnicidios y los asesinatos de líderes sociales y ambientales, que hoy nos tienen vergonzosamente como campeones mundiales junto con la corrupción y el asalto a los recursos públicos, sin que se asomen verdaderas políticas públicas por parte del Estado para tratar de conjurar esta aberrante situación que amenaza con convertir a nuestro país en un campo de barbarie donde cada uno ejerza por cuenta propia la justicia.
Prácticamente que a la ciudadanía se le viene poniendo con el auge de la criminalidad impune en una especie de sálvese quien pueda, lo mismo que viene ocurriendo con el Covid 19 con las medidas adoptadas por el Gobierno de abrir totalmente la economía, en medio del incremento de los contagios y la paquidermia en la vacunación, de la mano de la indisciplina social sin que se atine a tomar medidas coherentes que nos permitan librarnos de esa delincuencia feroz y del ataque letal del virus que cada día avanzan con más letalidad producto de la impunidad y la improvidencia patrocinadas por un Estado incompetente e indolente ante los graves problemas de nuestra sociedad.
Porque el verbo que más se conjuga en este país de muertos es matar, y ahora mismo lo estamos comprobando allende las fronteras exportando sicariato como ocurrió en Haití, producto de esa vocación criminal que nada ni nadie puede parar, porque no existen políticas serias que consulten la particular idiosincrasia delincuencial de este corral de asesinos que campean con su enseña de muerte segando la vida de tanta gente buena que ya no puede salir de sus casas para no dar papaya y no caer en manos de la biofobia como alguien lo dijera con acierto, o sea gente envenenada que odia la vida y todo lo resuelven matando aún desde las altas esferas del Estado en medio de la impunidad.
