No sé si sea muy exacto afirmarlo, pero en Colombia todo el mundo hace lo que se le da la gana. Y esto para bien y para mal. A punta de actuar así se ha moldeado la forma de ser de ese humano que se llama colombiano y se llama colombiana. Un ser al que, para ser francos, las leyes y las normas no le gustan demasiado y las cumple un poco a la brava y cuando puede se inventa mil disculpas para saltárselas. Un hombre y una mujer que en el fondo se rigen por la pasión más que por la razón, aunque no es que nunca la utilicen, pero allá en sus profundidades quisieran vivir solo con el corazón y sus alocadas sugerencias. A veces guardan la compostura y se comportan con cierta lógica y sentido común. Pero, “Colombia es pasión”, como dice la propaganda oficial.
Y los colombianos somos así porque estamos en un país libre, con libertad, ajada, pero viva. Y por eso decimos cosas muy sabias y tonterías sin fin, todo al mismo tiempo. Y por idéntica razón vamos a las urnas creyendo que eso funciona mientras otros salen a volear piedra a diestra y siniestra. Por ser una nación libre unos piensan que los gobernantes son seres inmaculados y santos y otros les lanzan improperios de diverso calibre. Pero ninguno está en la cárcel por eso y hasta almuerzan juntos y casan sus hijos e hijas entre sí. Por vivir en ambiente de libertad los legisladores al mismo tiempo claman que la vida es sagrada y en la página siguiente sugieren métodos para acabarla y los magistrados hacen la misma comedia invocando las más variadas teorías, autores y obsesiones personales. Todo eso sucede en una sociedad libre.
Y podríamos seguir en esta larga y ambigua lista, pero que solo se da en naciones libres, aun reconociendo que es una libertada imperfecta. La gente puede escoger entre educación pública o privada, tiene posibilidad de ir a un desfile el 20 de julio o verse una película de Netflix. Puede optar entre cuidarse del covid o irse a una rumba descomunal en la esquina del barrio. Tiene posibilidad de leer periódicos a favor o en contra de lo que se quiera o puede consultar las páginas de internet que mejor le parezcan. Puede pedir un crédito bancario, con usura, con mucha usura o totalmente usurero. Tiene la feliz posibilidad de comprar la comida que quiera sin bonos de esclavitud e ir a comer donde mejor le parezca, porque en lo privado cada uno es dueño de su vida. Y puede tener uno, dos o tres o más hijos o ninguno, sin que nadie le dé números para su actividad intra-sábanas, ni más faltaba. Porque Colombia es todavía un país que goza de libertad, aunque pueda ser que falte más igualdad y más fraternidad.
Tenemos libertad y es nuestro gran tesoro en la actualidad. Un poco maltrecha y a veces limitada, pero está en la atmósfera, en la calle, en la casa, en el parque, en las leyes, en las costumbres, en la idiosincrasia, en el bolsillo. Quizás, de momento, el proteger la libertad individual y colectiva sea la misión más importante que tenemos los ciudadanos de Colombia pensando en el aquí y el ahora, y desde luego en los años por venir.