Se ha vuelto un problema de comunicación, tanto en redes sociales como en tertulias familiares o de amigos, paso de ser una discusión semántica a ser una discusión con verbo y sustantivo, una discusión que lleva a los extremos y a profundas crisis de entendimiento, incluso ha desarrollado la mejor y eficaz estrategia para alejarse de unos y de otros, de olvidar y aniquilar a quien profesa conceptos diferentes.
Yo por lo menos he venido diciendo en mis columnas de opinión, que solo pretendo contar mi historia y con ello mis vivencias y perspectiva de sociedad, de país, de estado y de gobierno, por lo que jamás entrare en descalificaciones personales, pues al final casi todos tenemos una buena idea para mejorar nuestra situación, pero tal vez a través de caminos, medios y amigos distintos; sin embargo, expondré públicamente a quienes han actuado mal para orientar al elector.
Es así, que si me dicen que soy ahora un hombre de izquierda, debo detenerme rápidamente para explicarles que sí, que tal vez quien ha leído mi pasado me encontrará ubicado en la orilla política racional, soy un liberal social demócrata, no de extremos, no de paramilitares y mafiosos, como tampoco de guerrilleros, pues en estos últimos, su actuar político tiene siempre un inicio y un final funesto y cadavérico, aquí todo vale, y esa filosofía de vida me aterroriza, por el contrario me afana la búsqueda de las libertades, quiero la educación gratuita para los menos favorecidos, me intriga saber cómo lograr un sistema justo en salud, pensional y laboral, me inclino ante los jóvenes talentosos que no tienen oportunidades pero se imponen con sus éxitos, y otros también valerosos salen a las calles y tumban esperpentos legislativos.
Diciendo lo anterior, debe quedar claro que no debería ser así, pero la historia así lo confirma, que, desde la abolición de la esclavitud, las conquistas laborales y de género, han sido todas promovidas por los denominados gente de izquierda – no gente de bien de hoy-, parecería que quienes hoy gozan de muchas de esas conquistas que han dejado sangre y muertos, no reconocen que deben salir a dar el debate por lo menos en redes sociales. Los derechos fundamentales de los colombianos no le pertenecen a una ideología política, ni un partido o movimiento en particular, debe ser de todos, incluso los de extrema derecha y los que se llaman de centro, que procuran mantener el estatus quo, que a estas alturas deben reconocer que el desarrollo económico del país ya no puede ser soportado en el agotamiento del medio ambiente y de nuestros recursos naturales no renovables, que el país y sus dirigentes no pueden imponer más impuestos para hacer viable las finanzas de la república.
Así las cosas, si usted amigo lector considera que existen razones estructurales para encontrar la paz, la igualdad, minimizar el hambre de los pobres, que no elijamos líderes corruptos (pae- elefantes blancos), que la ley se aplique a todos por igual, que los jóvenes podamos encontrar oportunidades y ayudar a construir nuestro país, el que soñamos, no el que desde siempre nos han impuesto, incluso a los de mi generación poco contestataria, entonces, usted también es de izquierda.