El Banco Mundial en su calidad de primer proveedor de asistencia para el desarrollo a nivel internacional lanza un S.O.S acerca de esta oleada de orfandad y propone estrategias de apoyo a los niños huérfanos por la pandemia, agregando que la crisis provocada por la COVID-19 dejará muchos legados no deseados.
“El mundo ha estado siguiendo de cerca el número de muertes por la pandemia y los recuentos oficiales ahora se elevan a más de 4 millones de personas fallecidas, concentrándose en gran medida en los adultos. Las estimaciones del número de niños afectados, que se acaban de publicar en The Lancer indican que por cada dos personas que mueren debido a la COVID-19, un niño queda huérfano tras enfrentar la muerte del padre o la madre, o del abuelo o la abuela que lo cuidaba y que vivía con su familia; los cálculos señalan que, a fines de junio de 2021 casi 2 millones de menores de 18 años estaban afrontando la orfandad; a este ritmo, un niño queda huérfano cada 12 segundos y la cifra va en aumento, resaltando que estos impactos económicos, de desarrollo y psicológicos en estos niños, tendrán repercusiones en distintas generaciones”.
Los niños que quedan huérfanos enfrentan diversos riesgos como la pobreza, la malnutrición, el desplazamiento, y la separación de los hermanos u otros miembros de la familia, la deserción escolar, la depresión y la violencia, entre otros.
¿Qué se puede hacer para frenar esta ola de orfandad y apoyar a los niños y sus familias que se ven afectados por la muerte de las personas que los cuidan? Los autores del artículo de The Lancet proponen esta estrategias: PREVENIR la muerte de los cuidadores, fortalecer los sistemas de salud, apoyar la vacunación y la atención continua a las medidas de mitigación, las pruebas, el rastreo de contactos y el aislamiento; CAPACITAR a las familias extendidas o de acogida para atender a los niños que se quedan sin cuidado parental y PROTEGER a estos niños de un mayor riesgo de pobreza, vulnerabilidad y violencia, por ejemplo, apoyando a los padres y cuidadores restantes con programas de protección social que tengan en cuenta a los niños.
En estos propósitos todos tenemos un papel que desempeñar: el fortalecimiento de la capacidad del gobierno a través de la red de instituciones públicas y comunitarias llamadas a abordar los problemas de salud, protección social, infancia y adolescencia, ya que cuentan con una fuerza de trabajo capacitada y empoderada, así como el compromiso del sector privado y las ONG sociales.
Los Gobiernos regionales y locales deben dar prioridad a los recursos técnicos y financieros para abordar este problema que aparece tras bambalinas, mejorando y creando nuevos programas que apunten a ampliar la investigación, la identificación, la ejecución, el seguimiento y la evaluación continuos de los programas dirigidos a los niños, en áreas de la prevención, protección, rehabilitación, nutrición, atención psicológica, entre otras, estableciendo bases sólidas para una recuperación inclusiva, duradera y equitativa. “Las inversiones en el capital humano de los niños son esenciales para garantizar no solo su futuro, sino también el futuro de sus comunidades y sus países”, termina diciendo el Banco Mundial.