Hoy, sin querer parecer presuntuosa, quiero tomarme la vocería de cientos de miembros de la Colonia Agustiniana residentes en Neiva, para rendir homenaje a una mujer excepcional, que deja una huella imborrable en nuestros corazones, que hizo honor a su estirpe, nuestra inolvidable amiga, miembro distinguido de la sociedad agustiniana Dolly Burbano Moreno.
Nacida del tronco de una familia de acendrada ascendencia sureña, nieta de don José María Burbano, primer Alcalde de San Agustín, señor, ejemplo de civilidad y altruismo que sentó las bases de nuestra municipalidad; en su hogar conformado por sus padres, Ana Lucia Moreno y Maximino Burbano Canencio, en el que se cultivaron los valores de la honradez, el respeto, la solidaridad el espíritu cívico y la convivencia armoniosa con su entorno social, nacieron: Humberto QEDP, Gladys, Jairo, Aníbal QDEP, Dolly, Gilma QDEP, Edgar, Ana Cecilia, Bertha y Carlos Arturo, caracterizados por su don de gentes, solidaridad y amor a su terruño.
Fue Dolly Burbano excelente miembro de familia, hija, hermana, esposa y madre ejemplar, que habiendo enviudado tempranamente de su esposo José María López, dedicó todos sus desvelos a cultivar el alma y proyectar las bases del futuro de sus hijos Max Felipe y Oscar Iván, quienes hoy se sienten bendecidos por el legado y ejemplo de vida que ella les dejó para el resto de su existencia.
La vida de Dolly tuvo varias aristas: insigne educadora, responsable, generosamente dio a sus alumnos lo mejor de sí misma, por lo cual siempre gozó de reconocimiento; como ciudadana sobresalió por su espíritu cívico, comprometida con las causas sociales, fueran estas cívicas religiosas, culturales o comunitarias, a las que imprimía dedicación y compromiso; como empresaria incursionó en el sector de hotelería y turismo, actividades en las que salió avante como gestora de eventos y experta en las artes gastronómicas, cosechando frutos por la calidad de sus servicios, sin dejar de lado, volar su imaginación para crear con sus expertas manos hermosas manualidades, cuyas habilidades compartía con alegría sin el menor asomo de egoísmo.
Amiga incomparable, leal, afectuosa, detallista, sencilla y asequible a todos, de alegría contagiosa, dispuesta a mirar el lado jocoso de las cosas. De actitud positiva ante las adversidades que le presentó la vida, afrontándolas con reciedumbre y fortaleza; su generosidad fue proverbial para con su familia, amigos y sus fieles servidores que la recordaran por siempre.
Hoy el alma inmortal de Dolly duerme en la paz eterna, pero sus acciones, su recuerdo y su ejemplo de vida trascenderán perennemente. Como reza el Proverbio 31 de alabanza a la mujer: “La Mujer ejemplar vale más que las perlas preciosas”. “Mujeres buenas hay muchas, pero tu eras la mejor de todas”.