Acaba de concluir otra versión de los Juegos Olímpicos y, a su paso, nos deja una serie de valiosas reflexiones en torno a la gran cantidad de obstáculos que nuestros deportistas tienen que enfrentar a lo largo de su proceso de formación, preparación y competencia. En el caso colombiano, es muy frecuente encontrarnos con deportistas que solo después de haber logrado una medalla olímpica, han podido acceder a condiciones dignas de vivienda, salud y educación. Dicho de otra manera, en Colombia, las medallas tienen un significado que va mucho más allá de lo deportivo, pues se convierten en “trampolines” a mejores condiciones de vida.
Lo llamativo del asunto, es que a pesar de que nuestros deportistas, en su gran mayoría tienen que enfrentarse a duras condiciones de vida, a la corrupción de los clubes, ligas y federaciones, siempre logran sorprendernos y poner en alto el nombre de Colombia. Desde los juegos Olímpicos de Múnich de 1972, nuestros deportistas han logrado obtener 34 medallas en estas justas, las cuales se encuentran distribuidas de forma equitativa por sexo.
Dicho lo anterior y tomando en consideración experiencias de otros países, en las que sus deportistas tienen brillantes carreras personales y profesionales dentro y fuera de la cancha, valdría la pena que nos preguntáramos: ¿Qué sería de Colombia si de verdad diseñáramos e implementáramos una política deportiva a conciencia, inclusiva, innovadora, libre de corrupción y preocupada por los deportistas a lo largo de todo su proceso de formación y preparación? Creo que podríamos lograr mucho más que el solo incremento en el número de medallas olímpicas. También pienso que podríamos hacer que el deporte llamara la atención de nuestros niños y jóvenes, alejándolos de la violencia y las malas costumbres que rondan por doquier en nuestras calles. También creo que impulsaría significativamente la investigación, la innovación, y la creación de implementos, soluciones técnicas, procedimientos y productos deportivos, hechos por colombianos para el mundo.
En suma, considero que apostarle al deporte es el mejor negocio para una nación, así lo han entendido y demostrado países que lideran hoy no solo los medalleros deportivos, sino también, los escenarios de desarrollo social, económico y educativo. Tenemos que hacer causa común para exigir que el rubro que destinan los entes gubernamentales para el deporte crezca de forma importante, que los dirigentes deportivos sean realmente gestores e impulsores del deporte y que los recursos se inviertan en lo que se tienen que invertir.
