En la medida en que el crecimiento poblacional trae consigo una mayor urbanización, una mayor industrialización y la ampliación agresiva de la frontera agropecuaria, los hábitats naturales han sido fragmentados, alterados o destruidos. Y eso, aunado con la contaminación que traen los fenómenos anotados, ha acrecentado también los peligros para la humanidad. Nos afectan la salud de la población y la existencia de la humanidad misma (el Covid es una muestra).
En Colombia la dinámica de crecimiento urbano, agravada por la concentración urbanística que no permite antejardines o patios traseros en las viviendas; que es tacaño con la arborización de parques, avenidas, alamedas; y que menoscaba el espacio público (ocupado ilícitamente y niega la destinación de parqueaderos públicos y parqueaderos privados para usos de clientes de los establecimientos comerciales) ha generado una fuerte e irresistible presión sobre los recursos naturales y el medio ambiente que pueden ser apreciadas en: cambios significativos en el uso del suelo; mayor exposición de la población a las amenazas naturales debido a la ocupación de terrenos sin aptitud urbanística; incremento desmesurado de la demanda de agua y su potabilización; mayor contaminación del aire (especialmente por aumento del parque automotor; crecimiento desordenado de los centros urbanos; desplazamiento y extinción de la fauna: etc.
No en vano, desde las postrimerías del siglo XX se redefinió el enfoque en nuestras tendencias de desarrollo. Como dijimos alguna vez, en otro texto, parece que a la humanidad no le ha quedado otro camino que admitir que es parte de un sistema preestablecido del que depende toda forma de vida: “La tierra es una pero el mundo no lo es”. (World Commission on Environment and Develoment, en Nuestro Futuro Común).
Pero los recursos financieros con destino a la conservación y protección del medio ambiente son muy limitados. Sin una regulación ambiental eficiente, que incluya la financiación de autoridades más especializadas y con mayor capacidad de presencia en el territorio, ejecución de proyectos y planes de conservación y recuperación, la humanidad frena pero no detiene su extinción. ¿Cómo controlar la contaminación atmosférica sin mediciones y planes de reconversión? ¿Cómo serán los ríos, lagos o mares si continúan recibiendo las aguas residuales, porque no las tratamos antes? El monitoreo, el alinderamiento, la conservación y recuperación de áreas estratégicas y protegidas, es un chiste si no las adquirimos, ponemos como bienes patrimoniales estatales y excluimos del comercio. Todo se hace con dinero.
El financiamiento ambiental es ineludible. La necesitamos y cada vez mucho más.