En el pueblo de las brujas, en Garzón, está la artesana Yolanda Naranjo, quien aprendió la labor de los abuelos y hoy sueña con transmitir la herencia a las nuevas generaciones.
“Cuando era niña, veía a mi abuelo que hilaba y a mi abuelita que tejía, además de emocionarme con los otros oficios que hacían, como pescar, cultivar y las labores del hogar; Crecí viendo a mis tías y mamá hacer lo mismo, todos tejían en casa”, dice Norma Yolanda Naranjo Téllez, madre de tres hijos y abuela de dos nietos, quien aprendió la labor de artesana de sus mayores y hoy se ilusiona con transmitirla a las nuevas generaciones.
Empezó a los 15 años a elaborar flores en fique para una señora que trabajaba la madera. Eran miniaturas y ya jugaba con los colores, las texturas e idealizaba sus trabajos.
“Me siento orgullosa de haber nacido en La Jagua, porque este arte yo lo amo. Por todo lo que he hecho y aún sigo trabajando con mis tejidos en fique y en otras fibras. De hecho, ha contribuido a mi pasión por la artesanía y gracias a ese tipo de trabajos también se conoce mucho nuestro hermoso pueblo en Garzón”, comenta con alegría.
Inició artesanal
Recuerda que esa labor artesanal la empezó ayudándole a la mamá, pasándole hilos de fique para que ella los tejiera en el telar, y a ovillar el fique.
“Me motivó cuando se dieron las invitaciones y participaciones en ferias en distintos niveles (municipal, regional, nacional) porque el producto gustaba y sobresalía sobre otros tejidos que también estaban presentes”, recuerda
Norma nació en la familia Naranjo Téllez, siendo la de ella la cuarta generación trabajando la fibra natural del fique.
Comenzó con la creación de nuevos productos con gran acogida pues tuvo una buena respuesta de propios y visitantes. Y le puso nombre, Hechizo del Fique, para sacar provecho de la historia de La Jagua, por lo turístico, por ese reconocimiento como el ‘pueblo de las brujas’.
“La bruja y el morral son iconos para identificar el pueblo. Yo he leído, y en la historia de los tejidos los de fique son ancestrales. Vienen desde la época indígena y la bruja es milenaria, porque hasta en otros países hay diferentes mitos e historias de su existencia y pues, como decimos por acá, de que las hay las hay”, destaca con risa.
En la actualidad, están elaborando diferentes productos como suvenires, joyeros, bolsos, monederos, brujitas, portalápices, cofres, entre otros. Nuestra inspiración radica en las experiencias que el día trae, los paisajes, lo que el mercado ofrece, de cambios, innovando, lo que la moda pide.
Los materiales son ciento por ciento naturales, que se cultivan en fincas y veredas aledañas a La Jagua.
Actualmente comercializa sus productos en ese lugar porque allí los buscan gracias a que hay diferentes tiendas artesanales.
“Nos visitan y adquieren las cosas o hay quienes nos piden un catálogo y desean venderlos, pues bienvenidos. Sin desconocer el impacto de mercadeo y visibilidad que ahora brinda internet y las redes sociales, lo cual es de gran ayuda”, señala.
En el Hechizo se realizan diferentes productos que la gente quiera adquirir y que se puedan realizar con la fibra, incluso hasta en unión con otros artesanos han sacado creaciones conjuntas, apoyos artísticos, plasmando en la medida posible lo que el cliente quiera.
“No tenemos escuelas o espacios de formación fijos como tal, pero eso es lo que más deseamos para que la gente conozca nuestras tradiciones, anhelamos eso en el pueblo”, se queja.
Entonces, ¿qué hacer con los niños para que no se pierdan las tradiciones? Actualmente, responde, hay fundaciones y estrategias que llevan a escuelas y colegios talleristas que han empezado a mostrar y enseñar todas sus tradiciones para que no pierdan vigencia.
“Yo ya tuve la experiencia de haber participado en una escuela del municipio de Suaza enseñando tejido de fique e iraca y fue una memorable experiencia porque los niños se sentían curiosos por aprender las distintas manualidades y conocer más del arte huilense”.
Sueños e ilusiones
En el futuro se ve con sus artesanías por el mundo y creando escuelitas culturales, además, siendo dueña de su finca con su propio cultivo de cabuya.
Está agradecida con Dios, la familia y los hijos y mucha gente que ha contribuido a lo largo de tantos años al éxito artesanal, con todos quienes la rodean, que también le ha enseñado y compartido cosas y experiencias positivas.
¿Quién heredará su labor y conocimiento? “Mis hijos ya aprendieron a trabajar algunos artículos. Han sido testigos de los procesos, las curaciones, por así decirlo, de la materia, del fique, del buen terminado y el producto final. Y esperando que mis nietos tengan la misma pasión por este arte que nos ha dado tanto y que es de gran valor para la región y mi pueblo”.
Por eso, señala, “cuando mencionan La Jagua pienso en tranquilidad, arte, en bellos paisajes, los ríos que la bañaban, los paseos de olla, mi infancia, mi familia. Todos mis recuerdos están muy ligados a mi hermoso pueblo, los invito a conocerlo”.