La inseguridad en las diferentes ciudades del país ha llegado a niveles muy preocupantes, lo cual ha llevado a que tanto la ciudadanía, como los medios de comunicación, aumenten la presión sobre los alcaldes, exigiendo resultados que alivien prontamente la situación. El caso de la capital colombiana es el más ilustrativo de todos, pues permite apreciar una delincuencia más estratégica y evolucionada. Digo esto, por la forma en la que durante las últimas semanas se ha visto una interesante evolución y adaptación en la forma de cometer los hurtos, pasando del típico “raponazo” callejero a golpes más elaborados, haciendo uso de disfraces de repartidores de aplicación y aprovechándose de la arquitectura de embudo de muchos locales y sitios de mucha concurrencia.
Sin tratar de justificar el crimen, me llama la atención el hecho de que poco o nada se menciona la crisis económica generada por la pandemia, como uno de los factores detonantes de esta reciente escalada del crimen. Aunado a lo anterior, tampoco se menciona a la desigualdad social y la falta de empleo como factores que alientan al crimen. Pero lo más sorprendente de todo es que sigamos pensando que solo con mano dura vamos a lograr erradicar la delincuencia de nuestras ciudades.
Siguiendo el enfoque adoptado por algunos sociólogos, en el que la sociedad puede ser vista y entendida como un cuerpo humano, tendríamos que el crimen proviene precisamente de partes de “enfermas” de la sociedad. Partes que requieren ser atendidas y curadas y no solo extirpadas. Es por esto, que más que políticas de mano dura, a lo que de verdad deberíamos apostarle de aquí en adelante, es a implementar verdaderas políticas laborales, educativas, de salud y bienestar que permitan disminuir la brecha de desigualdad que siempre nos ha caracterizado.
Sé que este tipo de enfoques suena algo romántico cuando se está agobiado por el crimen, sin embargo, me gustaría invitarlos a revisar las estadísticas publicadas por el INPEC, las cuales son una “radiografía” de lo que realmente nos está pasando como sociedad. De acuerdo con estas estadísticas, aproximadamente el 95% de la población intramural se encuentra integrada por personas analfabetas, con primaria o bachillerato. Como lo pueden apreciar, urgen verdaderos cambios, pero cambios en lo social, más que en lo policial.
