Escuchamos por doquier la súplica de los usuarios del servicio de salud, por una atención inmediata, por una cita, por un tratamiento que ofrezca una mínima posibilidad de atención a los quebrantos que se presentan todos los días, consecuencia de las insuficiencias alimentarias, de la pobreza, de los virus y bacterias que pululan entre la comunidad y todo no deja de ser eso: una súplica sin dolientes, un constante y permanente repicar sin solución a la vista.
Y es precisamente eso lo que no encontramos: solución a los problemas sociales. Las comunidades siguen siendo víctimas de todas las formas de corrupción enquistadas en las altas esferas del poder del Estado y de todas y cada una de las empresas prestadoras del servicio de salud, en una simbiosis que no es rara, por cuanto se corresponde única y exclusivamente por el mercado, por los negocios y sobre todo, por cuanto la clase política se alimenta en sus campañas proselitistas de los empresarios de salud y de todas las manifestaciones industriales, comerciales, bancarias y demás.
El sistema de salud a partir de lo que se ha denominado la Superintendencia de Salud, informaba con arrogancia esta semana sobre los resultados pírricos de cerca de ocho mil sanciones contra las empresas prestadoras del servicio de salud, sin tener en cuenta las incontables tutelas, los fallos reiterados en sentencias judiciales y todo lo que se denomina el cartel de la salud y de la afrenta al ciudadano colombiano, donde si no se cuenta con recursos económicos o no se tiene un apoyo o palanca en el gobierno, lo más probable es que el servicio se torne nugatorio y el paciente se deje llevar a la deriva de los encargados del manejo de la salud en nuestro país.
Algún medio de comunicación se preguntaba dónde está la clase política, cuál es la gestión de los mandatarios locales o los políticos de turno frente a la desidia y al mal servicio en salud, y la respuesta es una sola: ellos son tributarios de ese sinfín del carrusel de la salud. No están allí para defender o propiciar esquemas y soluciones que remedien este gran mal, muchos de ellos son parte de los equipos de trabajo de aquellos y tienen su cuota de poder que saben manejar con el silencio y con la indiferencia.
Y tenemos que concluir diciendo, que el ciudadano realmente no denuncia o no busca que se tutele su derecho a la salud, ha perdido por completo su fe en las instituciones, pues la administración de justicia y los desacatos o la forma tendenciosa con la que se burlan de los fallos judiciales, es pan nuestro de cada día.
Algunos se preguntan y ¿cuál es la solución? Sin lugar a dudas, no hay una esperanza o una posibilidad de que más temprano que tarde, se den luces o se empiece a dar las primeras puntadas a procurar un servicio esencial para los colombianos. Recordemos que muchas veces se ha pregonado que incluso en el Sistema de Salud conocido como el SISBEN, que ya habíamos anunciado que fue una imposición del Banco Mundial y que se destinan unos recursos para beneficio de las clases menos protegidas, que en Colombia alcanzan en pobreza un cuarenta a cuarenta y dos por ciento, no llega a toda esa población, y por el contrario, debe sortear en sus propias expensas y a sus costas, aquellos que siendo adinerados por maquinaciones del poder, son beneficiarios de éste sistema y utilizan y reciben toda clase de beneficios hasta en procesos de cirugía estética, como se ha denunciado por algunos medios de comunicación.
Pero ya viene el proceso electoral. Los agoreros de la política tienen la certeza que con mensajes subliminales buscarán atrapar a los colombianos que como siempre, hemos caído en las redes electorales y el eterno ciclo de no acabar, seguirá su rumbo, seguirá su marcha ad infinitum y el sistema de salud, cada día es peor y peor. Se dice incluso que quienes eran beneficiarios del sistema del SISBEN, ahora concurren en igualdad de condiciones con los que cotizan directamente a dicho servicio y por consiguiente, el caos y la imposibilidad de acceder oportunamente a un servicio, lleva a ser una debacle total.
