La cancelación por Twitter y Facebook de las cuentas de Trump se vuelve una nueva arista en este berenjenal.
Ríos de tinta y horas de imágenes acompañan aún el primer acto de este 2021, encabezado por un personaje disfrazado con cuernos y piel de animal que irrumpe junto a una turba en el edificio considerado símbolo de la democracia en el país que se nombra el faro mundial de la libertad. Mucho se podría decir con sorna de esa secuencia de película barata de zombies, pero la sangre que mancha las alfombras y la certeza de una fractura profunda en la sociedad norteamericana lo impiden. Ojalá también que después de este mal inicio la historia se asiente un poco, ya con mejores protagonistas que el actual esperpento que habita la Casa Blanca.
Tenemos claro que el problema no se resuelve con la salida de Trump. En Mar-a-Lago no se esconderá a contar sus más de 70 millones de votos. Trump es causa, pero también consecuencia. Lejos del glamour de las grandes urbes se cocinó el resentimiento de una población que en su mayoría se aferró a una concepción del mundo que no pasaba por las fronteras abiertas, los tratados de libre comercio o la reivindicación total de los derechos civiles. A ellos llegó, y aún lo hace, un discurso populista, ruidoso más que sustancioso, petulante por la riqueza y que se jacta de no pagar impuestos mientras hace alarde de sus artes amatorios. Eso es Trump, y ese es el modelo de éxito que creó la misma sociedad norteamericana que hoy lo sufre y lo vitorea en partes casi iguales.
La cancelación por Twitter y Facebook de las cuentas de Trump se vuelve una nueva arista en este berenjenal. Con el antecedente fresco de lo que hicieron varias cadenas informativas al cortar las declaraciones que Trump entregaba en directo en rueda de prensa oficial, no faltaron voces que interpretan este nuevo mutis forzado como una censura. Al otro lado se agrupan quienes consideran que las redes sociales las ofrecen empresas privadas que fijan unas políticas de uso, y que eso las habilita para suspender las cuentas de quien sea si consideran que se infringieron dichas normas. Agreguemos en la ecuación que esta decisión de Twitter y Facebook se produce luego de los sucesos del Capitolio, como si los mismos fueran la gota que rebasa el vaso, o mejor en este caso, el aguacero que desborda la presa. Al respecto, vale la pena preguntarse si era necesario esperar hasta ahora para que esas políticas de uso entraran en rigor, cuando claro era desde hace rato que el tono incendiario y la manipulación de hechos son parte de la receta Trump al momento de tuitear. Valdría igualmente la pena preguntarse si lo de estos conglomerados de la tecnología no es una respuesta maniquea y con clara intención de trazar distancia ante el monstruo que ellos mismos alimentaron mientras creían que era posible controlarlo. En lo que respecta a este servidor, veo mucho de calculada hipocresía en esta medida tardía si, como ellos dicen, se basa en sus políticas de uso. Entre otras cosas, porque vuelve víctima al victimario.
Y apenas vamos en la mitad de enero…