Vis a Vis es la expresión utilizada en el argot de las cárceles, para indicar el encuentro privado entre dos personas, especialmente para sostener relaciones sexuales. La serie española del género dramático y suspenso titulada VIS A VIS, que actualmente presenta Netflix, nos deja ver el complejo drama de en el que viven las presas en una prisión europea, que puede por supuesto ser muy similar al de muchas prisiones para mujeres en diferentes países del mundo. La producción exhibe los excesos normales, no por ello dejan de ser aterradores, a los que un ser humano es sometido en estos lugares hechos para terminar el trabajo que diversos matices de la sociedad han comenzado con lujo de competencia: la degeneración del ser humano. Lo que más preocupa a las infelices que por primera vez ingresan al centro penitenciario, es el tiempo que deberán permanecer allí privadas de la libertad; mas esta pena pronto pasa a un segundo plano cuando la interna se ve precisada a jugársela por su propia vida, a cualquier precio. El día a día, el poder anochecer y luego encontrarse viva para el desayuno, es realmente la meta del momento. El futuro existe, las miradas de la posible nueva vida extramuros, están allí, pero deben aguardar el paso lento, pero amenazante de las horas.
Pero no solo las mujeres de Vis a Vis, están presas; con ellas, los guardias, la directora, el psiquiatra, las familias de las presas, los acreedores y las víctimas de las criminales encerradas, los detectives y los jueces, etc. La desgracia está a la orden del día en cada rincón de la cárcel y de los ambientes que ésta influencia. No obstante, llama poderosamente la atención que los mismos pasillos y las celdas también son escenario para el placer, para las risas, para proyectos. Estas mujeres, las presas por excelencia, viven un sueño que las mantiene vivas, si, incluso si se trata de cómo cegarle la vida a otra y ocultar en lo más profundo de sus órganos genitales, porciones de droga que ingresan al penal para llenar algunos bolsillos y aligerar las penas de las adictas escapadas de la realidad de hierro y maltrato. A la muerte de un sueño le sucede el nacimiento de una nueva expectativa, de una renovada esperanza, bien puede ser el mejoramiento de la dieta, el premio de ver la televisión o la cita para el erotismo lésbico reinante en la prisión.
Resulta de gran interés contrastar la felicidad pasajera de la persona privada de la libertad, con aquella que goza de ésta en el mundo exterior. El ser humano parece vivir a lo largo de su existencia, en una cárcel que le ratifica la limitación de su autonomía, justamente cuando el individuo cumple una meta, se aburre de su disfrute y se traza una nueva que lo compromete y lo somete en recursos físicos, psicológicos y espirituales. Según una investigación en 134 países hecha por el economista David Blanchflower, profesor de la Universidad Dartmouth College y exmiembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, publicada por la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos, existe una «curva de la felicidad» que está presente en la mayor parte de los países. Es admirable que en contextos culturales tan distintos el patrón se repita: nos sentimos mejor en la adolescencia, somos más infelices hacia finales de los 40 y luego valoramos el sentido del bienestar cuando nos acercamos a la vejez.
La investigación arrojó que, en promedio, la edad más infeliz de la gente en los países desarrollados son los 47,2 años, mientras que en los países en desarrollo es 48,2. «A los 47 la gente se vuelve más realista, ya se dieron cuenta que no van a ser el presidente del país», dice Blanchflower. Según el autor, después de los 50 años, el ser humano deja de concentrarse en metas imposibles o que ofrecen un riesgo que ya no quiere correrse. La tolerancia aparece de manera más pronunciada a medida que pasan los años, entre otras razones por la incapacidad para cambiar o influir situaciones externas.
En todo caso, la libertad de los presos en las cárceles y la de los individuos a lo largo de su existencia en las agitadas ciudades, tienen un enorme parecido.