Diario del Huila

Los rostros de la calle

Nov 12, 2021

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Dicen los que creen sabérselas todas, que las calles de Neiva son un excelente vividero para quienes las habitan, porque según ellos, no hace frío, siempre hay un andén cubierto o un pórtico que ofrece algo de protección y calor en días lluviosos.

Puede parecer lo que quieran que parezca, pero habitar las calles es sumamente penoso y deplorable, sobre todo para quienes pernoctan y desarrollan en general su vida en ellas.

En alguna oportunidad dialogaba con un médico amigo acerca de esta problemática y de la existencia de estos seres humanos que por diferentes circunstancias llegaron a esa situación, sobre sus hábitos de vida y la capacidad que han desarrollado de aprender a sobrevivir, durmiendo y alimentándose de cualquier manera, incluso de las sobras que personas en mejores condiciones económicas desperdician y botan a la basura, siendo recuperadas por ellos para calmar el hambre. En esa ocasión, me hablada de la gran cantidad de decesos de individuos, hombres y mujeres jóvenes, que cotidianamente se presentaban, básicamente a causa de enfermedades adquiridas por ese precario estilo de vida, o por casos de violencia.

Sociólogos, sicólogos, antropólogos, publicistas, periodistas y políticos moralistas, o de doble moral mejor, han querido disfrazar siempre la realidad, modificando términos dizque en aras de la equidad, algo que considero simplemente un sofisma de distracción, porque la verdad es una y no se puede cambiar, pues aunque la noche sea la ausencia de luz, es la noche, así que a los habitantes de la calle les han cambiado la denominación dizque para no ser peyorativos, discriminatorios o injustos y no suene tan duro hablar de mendicidad o indigencia, y claro, suena más bonito utilizar la expresión habitantes de calle que indigentes, eso genera menos peso social y de conciencia.

Lo cierto es que mientras nuestro cuerpo muy seguramente reposa sobre cómodos y confortables colchones ortopédicos, almohadas ergonómicas y sábanas suaves y limpias, muchas personas que habitan las calles de esta ciudad pasan sus noches a la intemperie, duermen sobre sucios cartones, descansan su cabeza sobre bolsas de basura y se cubren con trozos de periódico, retazos de sucias telas y pedazos de plástico.

No sé si es percepción mía solamente pero la población en condiciones de vulnerabilidad que habita las calles de la capital huilense ha crecido vertiginosamente. A veces pareciera que estos niños, jóvenes, adultos y ancianos son invisibles para la administración municipal y las dependencias que tienen la responsabilidad de atender este fenómeno social.

La Madre Teresa de Calcuta, dijo en alguna oportunidad, “La población menos favorecida es la esperanza del mundo porque nos proporciona la ocasión de amar a Dios a través de ellos. Son el don de Dios a la humanidad, para que nos enseñen una manera diferente de amarlo, buscando siempre la manera de dignificarlos y rescatarlos”.

Convoco al señor alcalde de la localidad, a sus colaboradores y a la comunidad en general, a no dar la espalda a los habitantes de calle, a no ignorarlos, a ponernos en su situación y a solidarizarnos con ellos, pero por sobre todo, a tener en cuenta esta famosa expresión que dice que “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Termino con aquella histórica expresión de Martin Luther King, “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.

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