Quienes nos siguen desde hace tiempo, seguramente notarán que varias veces hemos expresado interés en promover que el turismo irradie sus beneficios en el Sur colombiano. Particularmente hemos dado algunas ideas para hacerlo en el Huila y en Neiva.
Neiva, lamentable y tristemente es una ciudad agreste, por decir lo menos, pocos sectores de ella son atractivos urbanísticamente. Es y muchos sectores aparentan suciedad, lo más protuberante necesita mejorar sus indicadores de seguridad y movilidad. Es una urbe que aceleradamente se vuelve más y más inmóvil (duración de trayectos aumentan).
El columnista Marc Hofstetter, publicó recientemente un artículo titulado Estética y Estado, en El Espectador. Habla de Bogotá y dice en varios apartes: “Hay, sin duda, partes de la ciudad que enamoran. Sin embargo, enormes porciones de esta son un elogio a la fealdad y la dejadez/En la mayor parte de la urbe nuestro paisaje está adornado por cableados aéreos: postes que sostienen cables de electricidad, teléfonos y televisión que se han ido sobreponiendo unos sobre otros a lo largo de los años”. Lo afirmado, se aplica perfectamente a Neiva. Aunque con pesar hay que decir que son escasos los espacios o paisajes urbanos agradables que aún sobreviven. Por ejemplo, el bello espacio que mantenía la empresa Terpel sobre La Circunvalar, paralela al paso del río Magdalena sobre la ciudad ha sido invadido (suponemos bajo un esquema legal de ocupación del espacio público, pero concedido sin “cariño, sin amor, sin estética” y propiciando invasión -o, ¿acaso la concesión incluyó el parqueo?).
Neiva, tiene incontables espacios privados y públicos, en términos de Hofstetter, “donde las edificaciones en cuyas paredes y puertas se han acumulado décadas de pintarrajeadas”.
Compartimos que “la estética urbana no es un capricho frívolo. Afecta el disfrute de la ciudad, el sentido de pertenencia, el trabajo comunitario, la inversión en nuevos locales de ocio, de arte, de comidas y de vivienda, el turismo, el valor de los predios y su correspondiente recaudo”. Las zonas mencionadas son evitadas por los turistas, ya de por sí escasos, porque Neiva no tiene hitos atrayentes. El monumento a La Gaitana, que debería quedar en un malecón precioso, seguro, generoso en atractivos modernos y amplios espacios para parqueo público y privado, precisamente se ilumina con un cable expuesto.
Debemos reversar el deterioro, subirnos a programas de embellecimiento colectivo que, es cierto, enfrentan problemas de coordinación: el dueño de un predio no hará esfuerzo alguno por mejorar su fachada si sus vecinos no lo hacen, o los cables siguen pendiendo sobre su local, o los vehículos siguen invadiendo andenes y calles o, se mantiene la inseguridad. Amemos a Neiva.
