Poco a poco se viene consolidando la campaña presidencial con candidatos únicos por cada tendencia -no ideología- que disputarán el más importante cargo del país.
Con Gustavo Petro cabalgando desde hace cuatro años en la punta, sin que hasta ahora haya superado el 22% de los votos, la izquierda cuenta con un candidato inteligente, pero nada pragmático a la hora de gobernar, sin el apoyo esencial que tuvo en la pasada contienda, pues ni Claudia López, ni Antanas Mockus, ni el senador Robledo lo secundan en esta lucha, motivo que podría dejarlo a mitad de camino por el desgaste de una campaña tan larga y el apoyo al vandalismo, fenómeno que se le devolvió.
Desde esta semana, el Centro Democrático cuenta con Óscar Iván Zuluaga, un candidato serio, preparado, ya medido en una campaña que le arrebataron y con la capacidad suficiente para dirigir la economía y los problemas sociales y ecológicos que crecen en el país.
En el centro, se están encontrando los conservadores con David Barguil, joven destinado en pocos años a dar batallas, porque le sobran capacidades, Cambio Radical con Alejandro Char, que demostró con suficiencia su destreza y óptima gestión en Barranquilla, Enrique Peñalosa, probado en la capital con excelentes resultados, y otro buen gestor de los recursos públicos Federico Gutiérrez, de quien dicen que enfrentará en una inter-consulta al candidato único del Centro Democrático, combate que podría salir a favor de Zuluaga, porque en una balanza, tiene más puntos favorables que se afincan en su profusa experiencia.
Me restan dos buenos candidatos, Alejandro Gaviria y Sergio Fajardo, el primero, que no despegó, no se decidió y no se ubicó, y el segundo, que podría estar disputando la segunda vuelta con el candidato que resulte favorecido entre Zuluaga y, como le dicen cariñosamente, “Fico”. No olviden que Sergio Fajardo es matemático, y por lógica razón, sí que sabe de cuentas, pues también fue medido en anterior debate electoral y parte de la verdadera opinión, está con él.
Podríamos, en cualquiera de estos personajes, confiar en que tendremos un buen conductor de este país, salvo, en Gustavo Petro, cuya desbordada inteligencia la ha puesto al servicio de la idea de darle un golpe de estado a nuestra democracia, nuestros valores y derechos sobre los cuales se edifica, y nuestros bienes, cosa que nos causa temor y terror, porque los ciudadanos sienten que la lucha de muchos años por tener una economía familiar estable podría irse al traste y terminar en una carpa en la plaza de Bolívar.
Hasta aquí, esto es lo que menos le importa a la ciudadanía, porque tiene dos problemas que los ahorca, i) la inseguridad, y ii) el desempleo. Ambos flagelos inescindibles, pues la inseguridad es producto de una mala política en la materia en donde las autoridades creen que con un incremento de las penas se supera la miseria, la pobreza, y la migración desbordada y sin control.
Estos son los puntos sobre los cuales deben construir las propuestas todos los candidatos, porque si hay empleo en las familias, se satisfacen otros derechos, como la educación de los hijos, la salud, la recreación y el deporte, los servicios públicos domiciliarios, el agua potable, etc.
Las reformas a la justicia, al sistema electoral y la lucha anticorrupción han pasado a un segundo plano en las prioridades de la ciudadanía, ahora, deben enfocarse a destinar un rubro del presupuesto nacional para la garantía de los derechos fundamentales por las evidente y flagrantes violaciones a los mismos. Y un grupo auditor compuesto por i) el gobierno (Hacienda y Planeación, entre otros), ii) la justicia, y iii) la ciudadanía para hacer balances semestrales sobre el cumplimiento en la protección de estos derechos, que no es otra cosa que la satisfacción de las necesidades básicas de la población.
Una recomendación para todos: no hablen de acabar con las fuentes de ingreso porque eso le pega al elector (ejemplo: contratos de prestación de servicios). La gente no tiene con qué comer y si le dicen que le van a quitar su contrato, se espantan. Por el contrario, hay que buscar convenios con la empresa privada para generar empleos, crear incentivos para la disminución de la carga impositiva, entre otras medidas que auspicien el ingreso.
La pandemia dejó un reto muy grande a las autoridades: el rescate de los mínimos de dignidad humana, pilar fundamental de nuestro Estado social de derecho, porque una consecuencia innegable de ella, fue el aumento disparado de la miseria y la pobreza. Somos más pobres que antes, las empresas y las familias sufrieron un garrotazo inesperado, que a su vez, trajo consigo la inseguridad. Nos asesinan a diario, nos golpean, no podemos salir a las calles, se nos acabó la tranquilidad ciudadana.
Pandemia, empleo e inseguridad es el triángulo sobre el cual deben moverse los candidatos. Quien ofrezca llevar comida a los hogares, una cobija caliente para pasar la noche, el pan y el alimento para sobrevivir, el pago de la pensión de la escuela o el colegio de sus hijos, unos pesos para salir al cine los fines de semana y otras mínimas reivindicaciones, será el presidente de los colombianos, porque así, los índices de pobreza y de inseguridad bajarán como efecto inmediato.
Al final, esta será una puja entre la derecha y la izquierda, sin el proceso de paz incrustado en la mitad, pero con una ciudadanía que está urgida de soluciones a estos dos problemas que nos invadió como consecuencia de la pandemia, la inseguridad y el empleo, y que si nos descuidamos, nos quedamos sin nada, porque ante los orgullos y vanidades de unos y otros, se nos sube Petro, y ante ese evento, solo contaremos con unos pocos meses para vender, apagar la luz e irnos.