Por: Juan Pablo Liévano
El resurgimiento de la economía Colombiana ha sido muy importante. Después de una caída del PIB de -6.8% en el 2020, se espera un crecimiento del 9.5% en el 2021, lo cual significará, en términos generales, la recuperación del tejido empresarial y el empleo. De hecho, es imposible contar con una economía robusta y con empleos de calidad si no contamos con un sector empresarial formal y fuerte y, para ello, requerimos fuentes de financiación más flexibles y menos costosas. En 2020 y lo corrido del 2021, aun cuando las empresas recibieron ayudas del Gobierno nacional, a través del PAEF, PAP y líneas de crédito con garantías, muchas de ellas incrementaron su endeudamiento, lo que afectará su capacidad de crecimiento y de generación de empleo en el mediano y largo plazo e, incluso, dará lugar al inicio de procesos de insolvencia en el corto plazo. Lo cierto es que altos endeudamientos con horizontes de corto plazo, no son adecuados, por lo que es necesario contar con mecanismos de mediano y largo plazo, no solo de financiación, sino también de refinanciación de deudas de las empresas, adicionales a los instrumentos de financiación bancarios tradicionales. Estos mecanismos son las emisiones de bonos y acciones, los cuales pueden reperfilar las deudas y mejorar la posición patrimonial. De hecho, nuestra legislación permite la emisión de bonos y acciones de forma privada y pública, en el mercado principal o secundario, cumpliendo con las normas en cada caso. Estas normas, sin embargo, son muy restrictivas y obsoletas, lo que hace difícil y costosa la financiación e imposibilitan la desintermediación y la democratización del crédito y las empresas. Por eso, debemos pensar “por fuera de la caja”, ya que el modelo tradicional del mercado de valores no ha sido del todo exitoso y los bancos no pueden seguir siendo la fuente primigenia de financiación de las empresas. Necesitamos que inversionistas especializados y no especializados inviertan más en las empresas, adquiriendo ampliamente bonos y acciones en mercados más flexibles, lo que al final del día significará reducir el nivel de endeudamiento y el costo del servicio de la deuda de las empresas. De hecho, se han presentado avances en las normas financieras, pero no son suficientes. Llegó la hora de hacer una gran reforma de la legislación financiera, en particular la vigilancia de los emisores del mercado público del sector real, los fondos de capital privado, la creación y flexibilización de otros actores que fortalezcan el ecosistema de inversión y las emisiones privadas y públicas de bonos y acciones para que las sociedades, incluidas las pequeñas y medianas, cuenten con mejores y más flexibles herramientas de financiación, generando valor y empleo en beneficio de todo el país.