Nuestra maltrecha democracia está como el símil de la gallina desplumada a la que ahora todos intentan volver a colocarle las plumas que fueron arrancadas a fuerza de sembrar dudas y desconfianza en la ciudadanía, movidos por egos e intereses particulares.
Para el ejemplo: la duda sembrada por María Fernanda Cabal sobre los resultados de la encuesta presidencial que le dio el triunfo a Óscar Iván Zuluaga. Malestar que, a pesar de ser atribuido a sus seguidores en redes, tiene la impronta de una derrota mal procesada. Enrareció el triunfo del candidato oficial, intentó presionar la cabeza de lista y le echó leña al fuego incendiario de los medios y periodistas que han querido ver en la hoguera al Centro Democrático.
No hace falta mucha inteligencia para imaginarse a Petro, Cepeda y a la coalición de Santos frotándose las manos.
Increíble el servicio que está prestando la senadora Cabal a la campaña presidencial de Gustavo Petro y a la exitosa operación de demonización y caricaturización que ha hecho la izquierda del expresidente Uribe. Y todo esto amparado en una supuesta defensa del nombre del expresidente.
¡Triste espectáculo!, que podría retardar sus aspiraciones presidenciales futuras, a pesar de sus grandes dotes parlamentarias y su coraje.
Y, ¿el expresidente Uribe qué? Viendo a su partido debatirse en el síndrome de «ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero», mientras tanto él, muy fiel a sí mismo, repite los mismos procedimientos del pasado, como el no confiar en los suyos, en quienes le han sido fieles en las buenas y en las malas. Ya en el pasado sacó del «margen de error» en las encuestas a Juan Manuel Santos y no es necesario repasar las consecuencias. Sigue buscando por fuera lo que ya tiene al interior del partido y dejándose llevar por sus inseguridades, que ya tienen muy bien medidas sus amigos y sus enemigos.
¿Qué es lo que temen de Óscar Iván Zuluaga? Sencillamente que pueda ganar. Arranca con una base electoral parlamentaria fuerte. Tiene un discurso inclusivo y no extremista. No despierta las mismas pasiones que Uribe. Concilia, escucha, busca consensos. Tiene el discurso de un «sanador» que quiere gobernar para todos.
¿Qué hay de malo en intentar identificar lo que nos une? Es un candidato firme en sus principios y suave en la forma.
El país lo conoce y reconoce su gestión como Ministro de Hacienda. Los insultos en las redes, dejan ver claramente la impronta de estrategias compradas.
Ya obtuvo casi 7 millones de votos y tiene el inri de una elección hábilmente arrebatada. Esperó años hasta dejar en limpio su nombre antes de retornar a la arena política.
¿Por qué siguen intentando debilitar su candidatura desde adentro? ¿Qué motiva esta andanada? Lo que está en juego es la subsistencia de nuestra democracia.
Se puede hacer demasiado tarde para recoger las plumas.