El proceso político para las elecciones del 2022 se empieza a definir con mayor claridad a partir del próximo lunes 13, cuando se cierra la inscripción de listas de partidos y movimientos con sus respectivos candidatos para el Congreso, la cual tendrá alta incidencia en la disputa presidencial, pues habrá diversas consultas internas simultáneas para seleccionar los candidatos de las ya consolidadas tres coaliciones.
Hasta ahora es evidente que ha existido incertidumbre en la mayoría de los protagonistas responsables de sus propias colectividades. Al parecer ya es un hecho cierto que por ejemplo Villalba y Macías no aspiran a su reelección, lo que genera espacios para que otros candidatos busquen apoyos en sus antiguos electores.
La otra característica que se observa en esta ocasión es el llamado transfuguismo en virtud del cual, quienes habiendo militado e incluso aspirado a cargos de elección popular, ahora aparecen integrando listas en otros partidos o movimientos, hecho que demuestra el alto grado de personalismos que motiva a los candidatos y que de contera contribuye a la pérdida de credibilidad y confianza en tales personas y colectividades.
Ya las colectividades históricas e incluso las más recientes y las que están reviviendo sus personerías jurídicas, han entrado en la feria de los avales, anarquizando la noble actividad política en donde las propuestas programáticas han sido desbordadas por los mezquinos intereses personales y aún familiares.
En este contexto desalentador, los ciudadanos no sienten deseos de participar y lo que se percibe es un fuerte rechazo a los políticos profesionales que se han desgastado por el incumplimiento reiterado de sus promesas y el engaño a muchos de sus electores. A quienes posan de amigos y defensores del gobierno Duque, les habrá de costar un gran esfuerzo el obtener apoyos fuera de sus respectivas clientelas, dada la muy alta desaprobación y desencanto que el presidente refleja en las encuestas.
Por otra parte, la exigencia de obtener el umbral necesario para que las listas obtengan el derecho a acceder a las curules y sus correspondientes cifras repartidoras, es una circunstancia adicional y determinante para todos, especialmente en relación con la Cámara, donde se observa el temor en muchos sectores políticos y la dificultad en reclutar aspirantes con peso electoral o de candidatos que puedan atraer el llamado voto de opinión.
Con la venia de los amables lectores hare breve referencia al caso particular para plantear de manera pública y franca, lo que en mi caso ocurre ante la honrosa postulación de que fui objeto hace unas semanas para integrar la lista de Cámara por el Centro Democrático.
Al respecto, debo reiterar que la acepté gustoso en mi conocida condición de conservador uribista, con la que me afilié al partido como requisito previo para la preinscripción exigida por los estatutos de dicha colectividad.
En mi columna de la semana pasada manifesté que si persistía la aguda división que aqueja a la colectividad me vería abocado a declinar tal postulación, pues tengo la convicción de que la única manera de que el CD podrá mantener la curul de cámara que ostenta, es a través de un acto responsable de unidad y mediante lista cerrada y no abierta y con voto preferente, pues tal mecanismo no garantizaría la unidad, condición ineludible para obtener el umbral que daría derecho a una curul.
A la hora de escribir esta columna tengo información oficial de que la división persiste y se agudiza, dada la decisión del senador Macías de no aspirar al senado y de que la lista de Cámara será abierta y con voto preferente, decisión que parece irrevocable, adoptada recientemente por el directorio departamental.
Ante estas circunstancias con el mayor respeto, hago un cordial llamado a que predominen la sensatez y la responsabilidad frente a la lealtad con el partido y especialmente con su fiel militancia. La división no es el camino. Es la unidad y la grandeza.