Hace poco mencioné que los congresistas colombianos son parte del 1% más rico del mundo en cuanto a los ingresos. La revista Semana publicó lo siguiente al respecto en su sección Confidenciales: “en Colombia nadie que gane 35.000.000 de pesos mensuales siente que está en la misma categoría que Jeff Bezos y Bill Gates”.
Semana intenta crear una dicotomía entre “la realidad estadística”, la cual no niega, y la percepción de ella o los sentimientos que ésta pueda generar. El asunto, sin embargo, no es lo que sientan los congresistas, o si ellos se consideran a sí mismos plutócratas del sector público, como en efecto lo son. El hecho importante es que los senadores y representantes a la Cámara clasifican a la máxima élite global en términos salariales cómodamente -con menos de cuatro meses de salarios en el 2013- de una manera que es del todo desproporcionada a las
condiciones y resultados de la economía colombiana, inclusive antes de la actual pandemia.
En el 2019, los congresistas ganaron más de 19 veces el PIB per cápita de Colombia. Según cifras del economista Luis Guillermo Vélez Álvarez, sus pares en Estados Unidos percibieron sólo 2.9 veces el PIB per cápita nacional, mientras que en Reino Unido y Alemania la discrepancia fue de 2.7 veces. Aunque es de esperar que en economías desarrolladas sea menor la diferencia entre los ingresos per cápita y los sueldos de los legisladores, escandaliza
el hecho de que un congresista colombiano reciba un salario mayor que el de un parlamentario
británico.
Inclusive, en Latinoamérica, los demás países remuneran a sus legisladores de una manera mucho más moderada que Colombia: en Ecuador los ingresos de los diputados equivalen 9.7 veces el PIB per cápita; en Chile la diferencia es de 11.3 veces y en Brasil de 9.9, cifra que también representa el promedio regional.
Semana no hace una comparación relevante como las anteriores, sino que contrasta la riqueza de la élite política colombiana con la de dos de los empresarios más exitosos del mundo.
Curiosamente, varios medios reportaron en el 2019 que Amazon le pagó a Bezos un salario anual de USD $81.840, el mismo monto que le otorgaba desde 1998. Otra cosa, por supuesto, es el patrimonio neto de Bezos, producto de la posesión de acciones de la que ha sido la compañía más valiosa del planeta.
Dicha fortuna, sin embargo, no surgió de sempiternos e infranqueables sueldos provenientes del erario, sino gracias a una extraordinaria habilidad empresarial, al beneficio que Amazon les brinda a millones de personas y al tremendo riesgo que asumieron con su capital tanto Bezos como otros inversionistas mientras se desarrollaba la empresa.
Enfatizar la discrepancia entre el patrimonio del fundador de Amazon y los ingresos de los altos asalariados del sector público colombiano no sólo es frívolo, sino que también revela un gran obstáculo frente a la prosperidad general de Colombia: la profunda incomprensión en cuanto a las causas y fuentes de la creación de riqueza.