A mitad de semana fue votado y aprobado el proyecto de ley que busca supuestamente fortalecer la seguridad ciudadana. Proyecto al que solo le resta la sanción presidencial para convertirse en ley de la República. Además de polémico, este proyecto se caracterizó por su ambición y alcance, llegando a modificar normas del Código Penal, del Código de Extinción de Dominio, así como el Código de Seguridad y Convivencia Ciudadana, entre otros.
Al igual que en la metáfora de la zanahoria y el garrote, queda patente que nuestro legislador le sigue apostando al “garrote” como solución a los problemas de seguridad que estamos viviendo. Garrote traducido en un marcado endurecimiento de las penas y sanciones, por la comisión de un sinnúmero de conductas. Ahora bien, sé que muchos dirán que lo que hace falta frente al crimen y a los vándalos es “mano dura”. Sin embargo, me gustaría preguntarles ¿Qué hemos logrado con tantos años de políticas criminales de mano dura? ¿Ha desaparecido el crimen? ¿Hemos logrado avanzar como sociedad?
Al punto al que quiero llegar, es que más allá del endurecimiento de cualquier pena o sanción, a lo que realmente debemos apostarle como sociedad, es al fortalecimiento de estrategias, planes y políticas públicas que ataquen la raíz de estos fenómenos: La desigualdad, la falta de oportunidades y nuestra obsesión con las penas como solución. En resumen, debemos apostarle a la zanahoria. Así, por ejemplo, pensar en un Ministerio y en Secretarías de Educación que, con la misma eficiencia y eficacia de la DIAN, busquen sin tregua, a todo niño y joven que no se encuentre estudiando.
Pensar en cárceles en las que los presos reciban acompañamiento psiquiátrico y psicológico, así como formación y preparación laboral que aumente permita su resocialización a la sociedad y disminuya las probabilidades de reincidir en conductas criminales. Un Gobierno que se obsesione por implementar políticas de fomento y protección del empleo, así como en la reducción de las cifras de informalidad y trabajo infantil.