Hoy celebramos la Navidad, la Nativitas o el nacimiento. La fecha que desde el año 336 con el Papa Julio I, se ha escogió por las iglesias Católicas para celebrar, cada año, las épocas históricas del nacimiento y primeros días del más grande de todos los hombres: Jesucristo.
Prácticamente en todo el planeta, este día es festivo. Y por diversas razones, sean las religiosas ya anotadas, por tradición o moda incluso, hoy toda la humanidad festeja de diversa manera esta fecha. ¿Qué impacto, no?
Deben ser las fiestas más felices del año pues pareciera que los ánimos violentos se aclimataran temporalmente y casi todas las familias se unen para reivindicar los afectos filiales. También los amigos de vieja data se reencuentran para renovar los recuerdos, ahora más fácil por las redes sociales. Es un día en el que muchos se reconcilian.
El nacimiento de Jesucristo se convierte en el llamado anual para recordar qué somos y a qué vinimos a esta vida terrenal, y de alguna manera la ocasión para que cualquier intención o pensamiento perverso o mal intencionado frente a otro ser humano se deponga, como hemos dicho, al menos temporalmente. Imagínense si no va permitir que hagamos las paces con la naturaleza o ambiente natural que nos permite vivir como especie y de la que nos aprovechamos para enriquecernos, alimentarnos, explorar, disfrutar, contemplar, etc.
El nacimiento de Jesucristo, quien vino para dar testimonio de vida y resurrección, y con tal testimonio, mostrarnos el camino de salvación, es propicio para recapitular sobre el tratamiento que damos a los recursos naturales y al medio que nos rodea. La población crece en exceso. En consecuencia la sociedad humana es más sucia, más ruidosa, más insana, más contaminante y más agreste. Hoy toda la sociedad humana está más expuesta a las variaciones climáticas.
El drama de Belén, de una pareja tratando de encontrar un lugar para reposar y donde finalmente nace el Mesías, parece repetirse. Ya prácticamente en el planeta no hay dónde refugiarse de los impactos ambientales negativos y vivir, o sobrevivir sanamente. Estamos en pandemia y va para largo. Abogamos por el derecho a la vida desde antes de nacer, dadas las calidades del aire, del agua y del suelo. La familia humana necesita un hábitat adecuado, un ambiente donde desarrollar sanamente las relaciones y un entorno especial para poder sobrevivir. Debemos concebir la Tierra, como el ambiente que Dios, como creador, del que Jesucristo vino a dar fe, nos ha dado para que lo habitemos.
La Navidad, es un homenaje a la enseñanza de Jesucristo y que olvidamos tan fácil: amarnos los unos a los otros. Buscar el bien común. Lo podemos hacer cambiando las actitudes y el pensamiento, por uno ecológico. No mate; siembre. No destruya; ¡Feliz Navidad para todos!