Durante la campaña electoral de Estados Unidos se dijo que el gobierno Duque estaba “interfiriendo” en las elecciones a favor de Trump y el expresidente Santos acusó de ello a su primo y, por supuesto, los corifeos de la oposición le hicieron eco con el propósito de sembrar cizaña en nuestras relaciones (ver entrevista de Amat a la Canciller el domingo), lo cual fue categóricamente desmentido por la ministra. ¡Como si fuera fácil para nosotros interferir o influir en esas elecciones!
Cierto que una senadora del Centro Democrático era amiga de la reelección de Trump (a lo que tiene derecho), pero ni ella es el Centro Democrático ni el Centro Democrático es el gobierno. Además, cuántas veces los parlamentarios demócratas de izquierda han escrito cartas y manifiestos contra el gobierno colombiano, incluido el de Santos.
Las relaciones entre Colombia y los Estados Unidos han sido bipartidistas y seguirán siéndolo, aunque aquellos parlamentarios demócratas seguirán tirando la pita. Biden es un político experto, y sabe, porque sufrió el gobierno de Trump, lo que son algunos políticos y medios.
El 21 de enero, al día siguiente de la posesión de Biden, los directores de los noticieros RCN y Caracol hicieron sendas entrevistas al embajador Philip S. Goldberg. Aún ante las preguntas tendenciosas de Caracol, el embajador no se dejó engatusar y respondió serena y diáfanamente. Tanto que es posible resumir sus respuestas a ambos directores sin problema. Y Goldberg sí representa a su gobierno, no los columnistas de aquí o de allá que escriben sobre el tema.
El embajador puntualizó que Biden conoce bien a Colombia porque desde el Senado fue un fuerte aliado del Plan Colombia, impulsado por los presidentes Pastrana y Uribe. Ya como vicepresidente de Obama apoyó el proceso de paz en La Habana y, sin duda, insistirá en mantenerlo. “La implementación de la paz será prioritaria”, dijo el embajador. Pero también Duque ha dicho que eso no tiene reversa y solamente cree, como todos los colombianos de
buena fe, que hay que hacer cambios a la JEP. “Biden es un gran amigo de Colombia” y “quiere tener una relación muy cercana a Colombia y al gobierno del presidente Duque”. Un profesor dijo el sábado en este periódico que “el apoyo que prestó el Centro Democrático a la campaña Trump (¡no es cierto!) ha generado ciertas reticencias” y sugirió el cambio del embajador Santos. Se está desmontando en un peladero.
Biden es muy sensible y amigo de soluciones y no de conflictos y, por ello, habrá que ver cómo maneja los asuntos con Cuba -aunque no creo que sea tan cercano como Obama- y con Venezuela que, de todas maneras, no es un asunto de gobierno sino de Estado porque representa una amenaza para la región. Colombia mantiene relaciones con Cuba, aún a pesar de que se niegue a extraditar a los criminales del Eln. El hecho de que algunos parlamentarios
digan que hay que romper esas relaciones, no va a cambiar mucho las cosas.
“Vamos a ampliar la cooperación”, dijo el embajador, y mencionó algunos campos importantes: protección de los derechos humanos, expansión del comercio, medio ambiente y cambio climático, lucha contra el narcotráfico y crímenes transnacionales, y extradición. Todos son prioridad de Duque. Así que los pájaros de mal agüero se van a quedar con los crespos hechos.
