En Colombia y en el mundo se está dando un agudo debate sobre la urgente transición energética, para pasar de fuentes de combustibles fósiles a fuentes de generación de energía amigables con el medio ambiente.
No es cualquier discusión. Se parte del hecho incontrovertible de que la sociedad en que vivimos, todos los habitantes somos adictos a la energía. Como ya he señalado en escritos anteriores, el consumo promedio de un colombiano es de 6.000 vatios/día. No hay actividad humana que no esté vinculada al consumo de energía.
Hoy la matriz energética primaria mundial está constituida por un 60% por petróleo y gas, más un 27% de carbón. La de Colombia, que es más limpia, la compone de manera dominante en un 66% la generación hidráulica, aunque en el año 2021 que, fue especialmente lluvioso suministró el 88% de la energía eléctrica.
Para transporte y materiales (alimentos, acero y hierro, concretos…, etc.) la dependencia es del 100%.
Es decir, para la discusión debemos partir de la realidad de la matriz de consumo que mantiene en movimiento la actividad general de la sociedad. No partir para la transición de la demanda actual a transformar, puede generar reacciones sociales violentas. Reducir la oferta que puede tener consecuencias inmediatas en las necesidades sociales se traducirá, inevitablemente en escasez, mayores precios de la energía, parálisis productiva…
Quienes, de manera voluntarista, plantean que se debe suspender abruptamente el uso de combustibles fósiles para, salvar el planeta, parten de una premisa cierta que traerá consecuencias adversas a sus propósitos.
Ya lo estamos viendo en este invierno fuerte que está afectando al hemisferio norte, particularmente a Europa, donde el precio del gas ha tenido aumentos de precios superiores al 300% y, el retorno a la generación con plantas térmicas a carbón.
El continente europeo, tal vez el más avanzado en la transición a fuentes de energía renovables (eólica, solar y biomasa), no ha logrado alcanzar un suministro permanente de ellas superior al 10%. Una transformación que exige altísimas inversiones de capital que, si es difícil para países ricos, para países en desarrollo son una mera ilusión.
En Colombia a 2021 la generación con energías renovables no convencionales (eólica, solar y biomasa) escasamente bordea el 1% del suministro total. La tarea por delante es descomunal.
El tema a nivel mundial es de gran complejidad como que involucra temas financieros, de geopolítica energética, de costos, etc., que por limitación de espacio no podemos abordar en este artículo. Lo cierto es que quienes planteen que podemos renunciar, en el corto plazo, a nuestras fuentes tradicionales de generación de energía son, por decir algo suave, irresponsables.