La pandemia no le había permitido sentir a muchas familias lo que se vive al despedir a sus hijos de su lado. Hoy entiendo a mis padres, en mi caso fuimos cuatro los que partimos hacia Bogotá a finales de los años ochenta a la universidad.
Era como si partiera del Huila una gran familia, en Bogotá nos encontrábamos los jóvenes, teníamos colonias, estaban muy organizadas recuerdo la de Garzón, la de Pitalito y la de Campoalegre, departíamos en rumbas de opitas sobre todo en Chapinero, no nos perdíamos el San Pedrito y alquilábamos “buses charter” de Coomotor para bajar a Neiva en las vacaciones. Los padres en la carretera en un eterno ir y venir, también tenían sus puntos de encuentro, La Vaca que Ríe, en Silvania y El Parador Rojo, en Melgar, todos en su mayoría amigos solidarios y muy pendientes de sus hijos, era una época más simple, sin celulares ni computadores, apenas estaban incorporándose esas tecnologías. La Ruta 45 era de dos carriles en su totalidad, allí se ponía a prueba el motor y la destreza en el volante sobre todo de Melgar hacia arriba, esa fue para muchos nuestra escuela de conducción.
No es que nuestros hijos se vayan, es que la vida se los lleva, ya no seremos su centro ni ejerceremos nuestra plena autoridad, ya les crecieron sus alas y necesitan volar, crecerán en otra dimensión, donde ya no diriges, aceptas; no mandas, acompañas; no proyectas, respetas; tienen un nuevo camino, quieren explorarlo, tienen alas y quieren abrirlas. Nosotros quedamos acá, con el beso que los despide, la oración que los sigue y la lágrima que los acompaña.
Jóvenes, tengan en cuenta que el único fracaso en la vida es no intentar lo que queremos de verdad y como la vida no es tan fácil y no todo el mundo es bien intencionado, tengan esto presente: Confíen siempre en ustedes mismos y nunca teman ejercer y defender sus derechos en cualquier situación que requiera de su fortaleza y de su valentía.
Todos estamos parados sobre los hombros de otros, ustedes han llegado hasta aquí gracias a sus méritos, pero sin duda, gracias a los esfuerzos de sus padres, de sus familias, de sus abuelos, del apoyo de sus amigos, eso implica que todos tenemos lealtades que honrar y expectativas que satisfacer; en todas sus familias, hay enormes esperanzas acerca de lo que ustedes van a ser y a hacer.
Hagan lo que les dicte su corazón, encuentren lo que les apasiona, persíganlo, no lo suelten, tomen riesgos, atrévanse a fallar, enamórense del significado de lo que hacen, si es necesario, defrauden amorosamente a los demás, pero nunca, nunca, se defrauden a ustedes mismos. Tengan visión, para pensar en grande y a largo plazo y tengan grandeza y generosidad para que sean otros, inclusive los huilenses que están por nacer, quienes se beneficien del fruto de su esfuerzo y trabajo.
Cuatro cosas finales muchachos: sepan quiénes son; sean buenas personas; den siempre lo mejor de ustedes y ¡disfruten la vida sanamente!
A los padres, les deseo una feliz nueva etapa de la vida, que Dios nos los proteja y nos los guíe por los sanos senderos de la vida, que ojalá como en aquella época nos sirva para crear nuevos lazos de unión entre nosotros.
Nos corresponde seguir trabajando y aportando al desarrollo de nuestra región. Lo más agradable sería poder entregarles a ellos una región, un departamento, una ciudad que los atraiga, que les genere ganas y oportunidades de volver a querer vivir acá, pues la inmensa mayoría de los jóvenes no quieren regresar al Huila y muchos padres tampoco queremos que regresen por esa ausencia de oportunidades. ¡Triste realidad!