Neiva es un lugar que es catalogado por propios y turistas, como un buen vividero. Y, si uno analiza detenidamente y de manera global, se da cuenta de que es cierto.
No obstante, hay algunos aspectos que merecen muy buena atención por parte de gobiernos, comunidad, sector privado y público.
Por ejemplo, el sistema de transporte en la capital, teniendo en cuenta que todo es relativamente cerca, resulta bastante costoso, además, de pésimo.
Comencemos por el estado de los vehículos: acabados, desajustados, sin aire acondicionado (y muchos de los que tienen, emiten un ruido ensordecedor que se confunde con el altísimo volumen de la música que colocan los conductores), sillas en mal estado, y letreros con varios textos que dificultan al pasajero observar lo que allí se dice al momento de avistar las rutas, dicen tanto, que no dicen nada.
Claro, que todo esto, sin contar con los horarios de las rutas. Unos son muy seguidos, otros demasiado distantes. ¿Quién diseña, organiza, estructura, elabora y autoriza esos horarios? ¿Quién? ¿Bajo qué parámetros? ¿Conoce la ciudad, conoce las rutas, conoce las necesidades de la población neivana?
Ahora bien, quiero referirme a las continuas competencias de los conductores por conseguir más resultados económicos. Todo, a costa de los pasajeros. Conducen a toda velocidad sin reparar en cómo van los pasajeros. Manejan como si llevaran bultos, cajas, plátanos, naranjas, cosas. No les importa saber que llevan personas, ciudadanos, seres humanos que han pagado por un servicio.
Se detienen y arrancan con brusquedad, aceleran intempestivamente sin importar que dentro van personas que muchas veces se han caído dentro del vehículo por la forma ordinaria y rudimentaria de iniciar el movimiento. ¿Quién los selecciona? ¿Qué requisitos deben cumplir? ¿Dónde se han formado? Eso, sin contar la forma como le hablan a los pasajeros: imponentes, groseros, mal educados, mal formados. Creen que le están haciendo un favor al pasajero.
Los huecos que tienen las calles y avenidas de la ciudad, los cogen a toda marcha, no son precavidos. Casi siempre están de mal genio, se demoran en entregar las vueltas, y gritan cuando faltan los cien pesos que le subieron este año al ya costoso pasaje.
Pero, lo más sorprendente de todo esto, es que los pasajeros no dicen nada. Reciben este servicio todos los días de esta manera, y aunque en el fondo saben que es un servicio mal prestado, no dicen nada.
No olvidemos, que la movilidad es lo que más va a cambiar las ciudades en el futuro. Cómo nos movemos, cómo nos desplazamos, cómo nos trasladamos de la casa al trabajo, a la universidad, a los hipermercados, a los diferentes lugares y no lugares.
Por ello, es urgente una mirada a esta pésima situación por la que atraviesa el transporte en Neiva. O, acaso, qué se creen los conductores?