Por José Eliseo Baicue
“Aprendí a leer a los 5 años en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio La Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi sesenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a D’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas”.
Con estas palabras el maestro Mario Vargas Llosa inició el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura en el año 2010. Un claro mensaje claro y fidedigno de lo que puede llegar a representar el hecho de leer. Alguien dijo una vez que en el mundo había sólo dos clases de personas: las que saben leer y las que no saben leer.
La Declaración Mundial sobre Educación para Todos, promulgada en 1990, definió la lectura y la escritura como uno de los instrumentos esenciales para el desarrollo humano, y como uno de los aprendizajes básicos que los seres humanos necesitan para sobrevivir, desarrollar plenamente sus capacidades, vivir y trabajar con dignidad, participar plenamente en el desarrollo, mejorar la calidad de su vida, tomar decisiones fundamentales y continuar aprendiendo.
Además, para el trabajo de padres de familia y profesores, no olvidemos que la lectura tiene una gran importancia en el proceso de desarrollo y maduración de los niños, por tal motivo es tan importante crear el hábito de leer en los hijos desde edad temprana, ya que existe una estrecha relación entre lectura y rendimiento escolar.
De acuerdo con algunas estadísticas, el nivel de desarrollo de los países más avanzados es directamente proporcional a su grado de lectura y educación. Así se habla de que un norteamericano en un año lee en promedio 19 libros; un alemán, 23, un español 16; mientras que un ciudadano colombiano, lee entre uno y dos.
¿Por qué se lee poco en Colombia, o mejor, por qué en no se lee? En diversos debates y círculos sociales se habla de que es una cuestión de cultura, del contexto donde tenga lugar la formación, de la familia, del gobierno, del estado mismo. A mi modo de ver, influyen todas estas cosas, pero sobre todo, el modelo educativo del país y, por supuesto, éste depende del modelo económico.
Es preciso proveer todos los medios y mecanismos para facilitar un proceso de formación y cultura óptimas. Libros, bibliotecas, revistas, acceso fácil y gratuito a la educación en todos los niveles, bases de datos, círculos de lectura, entre otros.
Por eso en Egipto a las bibliotecas se les llamaba el tesoro de los medios del alma. Porque en efecto, en ellas se curaba la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades, y el origen de todas las demás. Por eso el Nobel peruano aseguró también que “Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos”.
Que viva la lectura, para que con ella se sigan abriendo las puertas de la inteligencia al desarrollo de los pueblos.
Ahora que se acaban de iniciar las clases en el país, a través de la virtualidad, deberían fijarse metas relacionadas con lo que va a leer este año. Es la mejor opción.