Walter Benjamín dijo que para conocer realmente una ciudad es necesario perderse en ella. Creo que es una gran verdad. Y lo más importante de esa gran verdad es que en ese descubrimiento se observa una serie de cosas que van a contribuir en la percepción final de esa ciudad.
Neiva es un buen vividero es una frase muy común en propios y turistas. Una ciudad relativamente pequeña, con muy buen comercio, con gentes amables y trabajadoras, una ciudad donde muy de madrugada se observa una gran cantidad jóvenes, niños y adultos luchando por sus ideales, por sus sueños, por sus proyectos de vida. Neiva es un paso obligado hacia el sur y norte del país, una ciudad emblemática, alegre y fiestera. Un territorio que padeció los estragos de más de 50 años de conflicto armado, de ires y venires, de logros y de fracasos que han sido superados paulatinamente.
La capital huilense es reconocida en el contexto nacional y en el extranjero. Su música, sus fiestas, su gastronomía y la amabilidad de sus habitantes han contribuido positivamente a este reconocimiento global. Neiva también es sinónimo del desierto de La Tatacoa, de San Agustín, de las represas de Betania y El Quimbo, las termales de Rivera, las cajas de agua de Paicol y, recientemente, el Salto del Mortiño. Cosas muy positivas para la imagen de la ciudad y del Huila.
Ahora bien, si es cierto que la pandemia obligó a encerrarnos durante casi dos años, también es cierto que al volver a recorrer la ciudad, las calles y avenidas, se han presentado otros fenómenos no tan buenos para preservar la ciudad que queremos.
Hay varios que persisten como los vehículos que arrojan indiscriminadamente humo como si no tuvieran la revisión técnica mecánica, conductores que retomaron las vías como autopistas por la competencia del peso, policías en las esquinas y en los CAI chateando en su celular tranquilamente mientras los peatones sufren acciones indebidas de otros ciudadanos, vigilantes con más poder que los gerentes, y brotes de inseguridad que crecen ostensiblemente en todos los puntos de la capital.
Pero, una de las cosas nuevas que he venido observando hace unas semanas, es la abrumadora ocupación que están haciendo los motociclistas en los senderos destinados para las bicicletas generando un gran peligro no sólo a ciclistas, sino también, a los peatones que cruzan las calles. Así como lo estoy diciendo: los motociclistas están transitando por las ciclo vías de la ciudad. Y la ñapa, algunos transitan en contravía, además.
¿Qué medidas se están tomando o se van a tomar al respecto? ¿A quién le corresponde velar por el orden en estos senderos? Es urgente que se tomen las medidas respectivas cuanto antes. Pues, gran parte de los señalizadores luminosos que están dispuestos a lo largo de las ciclo vías están destrozados, caídos, acabados, desteñidos, y sin visibilidad.
Ojalá se tomen los correctivos necesarios cuanto antes. La ciudad es de todos y para todos, como dijo Jane Jacobs: Las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todo el mundo, sólo porque, y sólo cuando, se crean para todo el mundo.