El tema de la política nacional se toma los escenarios más diversos, en los cuales predomina de manera cada vez más evidente la confusión, la incertidumbre, el desgano y el rechazo generalizado a quienes pretenden su reelección al Congreso.
La calle, el billar, el tinteadero, la oficina pública o privada, las salas de belleza, la plaza de mercado, y las grandes superficies de los centros comerciales, son escenarios en donde los ciudadanos de todas las condiciones sociales abordan el tema con desgano pero con cierta ansiedad, conscientes de que finalmente lo que suceda será tan incierto como preocupante.
Es curioso descubrir que en el fondo de la indiferencia subyace un sentimiento colectivo de hastío que se traduce en improperios y cansancio con los partidos, sus voceros y dirigentes. La ausencia de liderazgos es tan profunda que preocupa la suerte de la democracia. El mercadeo electoral en que han convertido la actividad política ha llegado a su máxima expresión como cuando un severo cáncer hace metástasis.
Los analistas en sus elucubraciones se esfuerzan en encontrar explicaciones que respondan con acierto a tales sensaciones. Mientras tanto, unos candidatos corren de un lado para otro buscando apoyos personales y de grupo, ofreciendo compromiso, honestidad y capacidad de gestión, en donde el denominador común es el trillado discurso de combatir la corrupción, sin precisar como lo van a realizar. Otros, más conocedores del oficio, sustentan sus aspiraciones en los apoyos de concejales, alcaldes y gobernadores y en los recursos de inversión que se ufanan de haber conseguido a cambio de la lealtad con el presidente de turno. Y los menos, más sensatos y responsables, apoyan sus aspiraciones en lo que verdaderamente es la actividad legislativa: control político; diseño de políticas públicas que se transformen en actos legislativos o leyes que aterricen en las realidades y angustias que habrán de contribuir a mejorar los servicios del Estado; y en promover los estímulos a la generación de riqueza empresarial que genere empleo y oportunidades.
Cuando falta un poco más de un mes para la jornada electoral, cada ciudadano deberá reflexionar sobre la situación presente y futura de nuestra sociedad. Para ello, en medio de la agitación publicitaria, de la intensiva movilidad de las redes sociales y de la frenética actividad de las campañas, habrá que discernir con cuidado y responsabilidad si le dará su voto a quien realmente lo merece, haciendo oídos sordos a los cantos de sirena de la demagogia tradicional de quienes han empobrecido el debate político, reemplazándolo por sus más caros intereses personales, donde la codicia por el dinero y el poder es lo que los distingue.
Las cábalas ya comienzan a rondar. Para mencionar las locales, se afirma con bastante generalidad, que no logrará su reelección al senado Esperanza Andrade y que, de sus competidores regionales, solamente Carlos Julio González y Álvaro Hernán Prada lograrán los votos suficientes para su elección.
Por los lados de la Cámara, el consenso en la opinión es que la lista de CR es la que tiene mayor posibilidad de obtener el umbral y eventualmente, dependiendo de los guarismos de las otras listas, podría elegir dos curules. En este escenario, las listas del partido Liberal, Conservador y del CD, se disputarían las otras dos o tres curules, aunque se observan con dificultad para alcanzar la cifra del umbral que les otorgue el derecho a la curul.
Sin embargo, la gran incógnita es cuál será el real guarismo que alcanzará la lista del Pacto Histórico, pues de obtener una votación importante que pase el umbral asegura una curul.
No obstante, podría darse un escenario inédito y sorprendente. Que ninguna de las listas alcance el umbral o que solamente una de ellas lo obtenga. Complejo escenario que abordaremos en la próxima columna.