Días de intensa reflexión entre los católicos colombianos, pasando por la tinta indeleble de críticos y pitonisas, que posan de politólogos y poseedores de la verdad revelada, a consecuencia de la visita que en buena hora consiguió Petro y concedió el papa Francisco al hoy candidato beneficiado por las encuestas, y supimos que los ingentes esfuerzos del equipo asesor del precandidato estuvieron a punto de sucumbir en manos de los buenos oficios de delegados del gobierno nacional, que intentaron poner una soga al cuello al mismo papa para evitar a toda costa este encuentro poco tradicional pero si de gran importancia.
Es que han tachado de todo a Petro, y se han metido hasta con un asunto que ya no pesa tanto como en la época de la inquisición y de la colonización espiritual a la que fuimos sometidos por nuestros descubridores, sí eso, que llaman Fe Cristina, excusa que permitió a nombre de ella, avasallar pueblos, quemar vivas personas, esclavizar, violar mujeres, encerrar en calabozos de por vida a personas enfermas y a quienes se resistieron a ese atropello, de educar por siglos con el miedo al castigo divino y a vivir en el formato cultural impuesto sin razón probada, y hoy en el siglo de las comunicaciones y la virtualidad siguen pensando que van a seguir mangoneando la conciencia individual y colectiva, y ello no les será posible.
Es así, que Petro demuestra al mundo y a su detractores que Dios no tiene dueño ni partido político, que su hijo en la tierra Jesús, hoy lo representa la figura del papa y este es neutral y ambicioso por mantener la unidad entre los humanos, y que por cierto ve en que la alternancia de modelos de poder es necesaria para cambiar los estilos dictatoriales encubiertos bajo la figura de la democracia, que es urgente que la economía mundial se arrodille al planeta y le sirva a ella, que los líderes mundiales comprendan que la vida y a justicia son amantes indisolubles, lo demás es carreta barata y argumentos peregrinos para aguarnos la fiesta de la democracia que está por venir.
