En el día anterior, esta Casa Editorial tuvo la oportunidad de realizar un verdadero diagnóstico sobre una problemática social de grandes proporciones que está afectando a los adolescentes por el bullying o maltrato escolar. Afirmábamos que el acoso escolar se presenta de cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre estudiantes de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado tanto en el aula, como a través de las redes sociales, con el nombre específico de ciberacoso. Estas prácticas son detestables, porque pueden dejar huellas que en muchas ocasiones generan alteraciones en el comportamiento de los adolescentes. Prácticas como el matoneo o el acoso escolar se niegan a desaparecer de los centros escolares.
Pero, existe otro flagelo que también afecta a los adolescentes: el ciberacoso. Es una forma de intimidación por medio de las tecnologías digitales. Puede ocurrir en las redes sociales, plataformas de mensajería, plataformas de juegos y los teléfonos móviles. Es un comportamiento que se repite y que busca atemorizar, enfadar o humillar a otras personas. A través de estos dispositivos, se difunden y publican fotografías y videos vergonzosos de las partes íntimas, sobre todo de adolescentes, a través de las redes sociales. Igualmente se envían mensajes, imágenes o videos hirientes, abusivos o amenazantes a través de estas plataformas digitales. Lo grave, es que se presentan suplantaciones, donde se envían mensajes agresivos en nombre de estas personas afectadas o a través de cuentas falsas.
Y cuando el acoso ocurre en línea, las personas no deben prestarles atención a esos mensajes leoninos y anónimos, que pueden provocar alteraciones en el desarrollo emocional, mental y físico. Inmediatamente debe ponerlos en conocimiento de los organismos de inteligencia del Estado, para contrarrestar el avance de estos delincuentes cibernéticos. Sentirse objeto de burla o de acoso puede impedir que la víctima hable con franqueza o trate de resolver el problema. En casos extremos, el ciberacoso puede llevar a quitarse la vida.
En el 2020 y 2021 que fueron los dos años fuertes de pandemia por el Covid, los niños, niñas y adolescentes permanecieron en sus casas recibiendo clases virtuales, pero ésto también les permitió tener un acceso mucho mayor a internet y al uso de dispositivos electrónicos. Y con este cambio social que produjo la emergencia sanitaria aumentaron también los casos de explotación sexual a los menores de edad.
El ciberacoso es considerado como una forma o método de violencia que se ha convertido en uno de los principales peligros entre la población de jóvenes de este siglo, aunque los adultos no quedan exentos del riesgo de experimentarlo. Tenemos un gran compromiso desde el hogar: estar pendientes del uso de los dispositivos de nuestros hijos, para evitar los abusos sexuales a través de las plataformas virtuales.