Por: Carlos Tobar
La época lluviosa que vivimos desde hace días, semanas y meses ha roto el ciclo climático de la región y del país. En una zona acostumbrada a las variaciones de invierno y verano relativamente estables, tanto que la experiencia popular dio lugar a la aparición del afamado Almanaque Bristol, preocupa un desajuste tan fuerte que pone en riesgo la estabilidad de los ecosistemas.
Según el Ideam, todavía tenemos por delante dos meses más de este invierno inclemente. Los desastres invernales crecen todos los días. En el caso de Neiva y el Huila las vías de comunicación terrestre están desapareciendo. A muchos años de abandono -desde que desapareció el Fondo Nacional de Caminos Vecinales, adscrito al Ministerio de Obras Públicas, no se le han invertido recursos suficientes para mantener las vías terciarias-, se le suma los estragos de un invierno que arrasa los ecosistemas de montañas y valles donde la deforestación los ha asolado hasta la ruina.
En el caso de Neiva, la ciudad está prácticamente bloqueada hacia el sur y el occidente por la caída del puente de Arenoso en la inefable ruta 45, responsabilidad del gobierno nacional. Una de las vías del rimbombante programa Vías 4G que solo ha servido para enriquecer al capital financiero. Mientras las vías alternas al municipio de Rivera o la comunicación con el municipio de Palermo dependen de vetustos y limitados puentes como el antiguo puente Santander.
Pero los desastres y amenazas más preocupantes son las que provienen de la producción de alimentos. El cambio de los ciclos climáticos está estresando las plantas y cultivos de todo tipo. Ya los caficultores están anunciando que las floraciones de los cafetos se están perdiendo por las lluvias intensas. Igualmente, los arrozales están sufriendo por el exceso de agua. Similar es el comportamiento de cultivos de tubérculos, frutas y verduras.
Si le sumamos las dificultades que presenta el mercado de alimentos importados por la escasez y los altos precios debido a fenómenos de sequía e invierno extremos, así como el encarecimiento de los insumos, a más de la guerra en Europa Central, estamos enfrentando el riesgo de un desabastecimiento de alimentos que ponga en duda la seguridad alimentaria del país.
Una hambruna es lo único que nos falta. ¿Se están preparando los gobiernos, nacional, departamental y municipales para una eventualidad de tal magnitud? ¿La sociedad es consiente del peligro que nos acecha?