En las principales ciudades del país se discute la conveniencia de adoptar el modelo de alternancia que permita que la población estudiantil regrese a las aulas de clases de forma escalonada, desarrollando algunas clases presenciales y continuando con otras virtuales. En Bogotá, según el Censo Nacional de Vivienda de 2018, el 75% de los hogares tiene acceso a internet, lo cual permite que se pueda contemplar un modelo de semipresencialidad mientras se supera la emergencia sanitaria. En contraste, el panorama es muy complicado para los 2.400.000 estudiantes de colegios rurales del país, donde sólo el 17% de ellos tiene acceso a internet y a un computador.
De los 1.123 municipios que existen en Colombia, en aproximadamente 700, el 90% de los hogares no tiene conexión alguna a internet, especialmente en territorios como Guainía, el litoral Pacífico Nariñense y Chocó. Esta carencia de conectividad en tiempos de pandemia ha supuesto un reto giganteso para educadores, niños y jóvenes estudiantes, lo que implicó el aumento considerable de las brechas de acceso y calidad educativa de más de dos millones estudiantes de colegios rurales respecto de los estudiantes de instituciones educativas urbanas.
Mientras en Bogotá se convirtió en debate prioritario la propuesta de alternancia, no se escucha en el país con igual vehemencia propuestas que posibiliten el retorno a clases de los estudiantes rurales, quienes llevan 10 meses sin acceder a herramientas pedadógicas idóneas que faciliten su aprendizaje. Los maestros ante la precaridad de herramientas en los territorios rurales han tenido que recurrir a mecanismos como la radio comunitaria, fotocopias, entre otros. Si antes de la pandemia un niño de noveno grado en un colegio rural tenía un nivel de lectura similar al de un niño que se ubica tres grados escolares atrás en área urbana, es evidente que las condiciones actuales acentuaron la desigualidad.
En muchas zonas rurales de Colombia se presenta un bajo nivel de contagio de covid-19, a diferencia de las principales ciudades del país que concentran más de la mitad de los casos activos. Ante el supuesto poco nivel de contagio rural, deberiamos estar planeando los pilotos de retorno a clases primero en dichas zonas, especialmente en departamentos como Guainía, Vichada, Vaupés, Guaviare y municipios del Litoral Pacífico, donde el limitado acceso a internet sólo hace posible la educación de manera presencial, sin que existan más alternativas viables.
La pandemia prondundiza cada día las brechas de los más vulnerables, y hoy estamos en un momento donde, si bien las consideraciones de salud pública son esenciales, es necesario tomar decisiones que impidan que los efectos distributivos y sociales de la crisis se lleven por delante a toda una generación de niñas, niños y jóvenes rurales que ya tenía serias dificultades para encontrar oportunidades de desarrollo respecto de otros. Hoy más que nunca es necesario que se piense en los estudiantes de los colegios rurales de Colombia.
