En el país no paran los feminicidios. Durante la pandemia, se pudo demostrar que los estados de confinamiento que vivimos provocaron la muerte de 630 mujeres durante la vigencia de 2020. Las estadísticas oficiales demuestran que la violencia de género en Colombia y específicamente en el Huila, muestran cifras aberrantes. Se ha vuelto frecuente el uso de armas de fuego, como la forma convencional de atentar contra la vida de las mujeres. De esta realidad, tampoco escapa nuestro departamento. Precisamente, en el anterior año nos hemos conmocionado por varios casos que están reflejando la crisis social profunda, en que se encuentran algunas familias huilenses, que merecen toda la atención del Estado.
Es loable el trabajo articulado que están desarrollando las diferentes dependencias a nivel local, departamental y nacional, para contrarrestar este flagelo, que está afectando ostensiblemente el bienestar de la sociedad huilense. Se busca eliminar todo tipo de actos violentos, a través de la promoción de la inclusión y la generación de proyectos productivos, en los sectores vulnerables del departamento.
La ideología del género afecta a toda la población, porque se ha modificado el paradigma en Colombia, respecto al registro de nuestras identidades que ya no tienen el destino genital, sino que ver con la fortaleza de la autonomía y el libre desarrollo de las personas.
Cada feminicidio es la infamia contra una mujer que estaba jugándose la vida por definirse a sí misma, que vivía encerrada, enclaustrada, con su verdugo, y que pedía auxilio de alguna manera en medio de los estruendos de las muchas guerras y noticias colombianas. Es, de nuevo, nuestro problema más urgente y nuestra pregunta menos respondida: ¿cómo atajar, contener, expulsar la violencia de esta sociedad? Pero centrada en la figura que, como demuestran los relatos y las estadísticas diarias, la sufre de la peor de manera: ¿cómo detener de una buena vez la violencia machista que nos ha traído hasta acá, pero que sigue sucediendo y continúa reportándose en un segundo plano?
Bastante se ha dicho sobre todo lo que está mal acá, pero por momentos pareciera que son demasiadas las resistencias para pasar de las condenas, de las cifras y de los diagnósticos a las acciones que permitan transformar una realidad marcada; hay que decirlo con claridad y contundencia, por un machismo tóxico que se asoma para hacer daño a todo nivel, en el momento y en las instancias menos esperadas. Quizás sirva, por lo pronto, entender que las violencias contra las mujeres son parte central de una lógica perversa de odio y deterioro social de la que, a la larga, todos, sin excepción posible, somos víctimas.