Los candidatos a presidente, todos, sin excepción, dejan ver su evidente carencia de conocimientos y sensibilidad sobre lo que es la educación fundamental del individuo colombiano. Se advierte en ellos un interés por exponer estrategias de cualificación de la educación, de mejora en mecanismos de acceso a ésta, con criterio de equidad y oportunidad para los menos favorecidos. Algunos piensan en fortalecer instrumentos de financiación y alguno que otro en elevar la inversión pública en investigación del conocimiento multidisciplinario. En sus discursos proponen con énfasis y encomio la promesa de intervenir las causas de la violencia y la discriminación, del derramamiento de sangre y del hambre, del analfabetismo, del mejor ingreso, de la generación de riqueza, etc. Propuestas todas que pretenden lograr un cambio en la vida nacional desde la transformación en el comportamiento de la masa social. Sueñan con una sociedad más pacífica y más emprendedora, transformadora de la vida nacional, de las instituciones; conservadora del medio ambiente, honesta y responsable. Más todos se equivocan cuando ni siquiera atisban la masa social desde la perspectiva del individuo como base fundamental del gran colectivo social, quien no es otra cosa que su prolongación. Ciertamente un pueblo puede ser educado con mayor efectividad y asertividad hacia los propósitos comunes nacionales de bienestar, si se educa desde su propia casa, desde su hogar, desde su mundo interior. Cómo esperar que haya paz en el territorio si en la mayoría del pueblo colombiano viven estados mentales notablemente proclives al odio, a la contienda, a la intolerancia. ¿Acaso es posible lograr un colectivo social que respete los derechos de las mujeres cuando en los hogares el padre abusador maltrata física y psicológicamente a su esposa? No lo es. Este mismo hombre que no fue educado desde niño, resulta ser un caso muy complejo de tratar cuando joven o adulto y lo más seguro es que se incline hacia el maltrato. Por eso me gusta el enfoque de educación fundamental que propone Samael Aum Weor cuando considera que mientras la mente de cada ser humano no cambie sus estados psicológicos que personifican sus propios errores, sus debilidades, jamás podrá cambiar la sociedad. El razonamiento de Aum Weor que retoma aspectos de la psicología de Gurdgieff y de Ouspensky, aterriza en un aspecto clave para que el individuo pueda cambiar: el recuerdo de sí. Se trata de vivir el aquí y ahora, de momento en momento, generando la auto observación de sí mismo como un medio que le permite a la persona advertir las impresiones que llegan a su mente en forma de ofensa, provocación, sensación, pasión, orgullo, ira, etc; y de esta forma poder estimular una forma de sentir más pacífica que lleve a la comprensión y transformación de cada impresión negativa, que redunde en actos verdaderamente de paz, concordia, armonía. Los debates de candidatos a presidente como los de su fórmula vicepresidencial, hacen desfilar toda clase de propuestas para mejorar la sociedad, más ninguno de ellos se ha asomado a la ventana de la psicología del individuo que vive en una casa oscura, eso sí, con luces rutilantes, cegadoras o mortecinas que obnubilan el entendimiento del ciudadano, distanciándolo cada día más de la luz de su propio ser, ese que lo puede transformar llevándolo hacia un mundo mejor.