Diario del Huila

Monpox es una joya

Abr 5, 2022

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María Clara Ospina

La Villa de Santa Cruz de Mompox, fue fundada el 3 de mayo de 1537 por Alonso de Heredia. Se encuentra localizada en la isla fluvial Margarita, formada por los brazos Mompox y La Loba del río Grande de la Magdalena, como lo llamaron los conquistadores en su primer avistamiento en 1501; llamado también en quechua Guaca-hayo, o río de las tumbas, y Yuma, o río del país amigo de las montañas. 

Su nombre proviene del cacique Mompox perteneciente a la civilización Malibues conformada por decenas de tribus. La ciudad, localizada sobre el brazo de su mismo nombre, el más profundo y por lo tanto el más navegable, se convirtió rápidamente en un importante puerto fluvial del Virreinato de la Nueva Granada.

Recordemos que el Magdalena fue la gran arteria de transporte natural del país por siglos. Por el rio subían y bajaban toda clase de productos y personajes que iban y venían del interior del país hasta las costas, para embarcarse en los barcos que cruzarían el Atlántico hacia España y viceversa.

Al comienzo, el movimiento fluvial fue en champanes, piraguas y pequeñas embarcaciones españolas, luego, en el siglo XIX, sus aguas se enriquecieron con la llegada de los barcos de vapor. Esos fueron los años cuando la ciudad se convirtió en centro comercial, político y cultura de la región y cuando se construyeron algunas de sus edificaciones más bellas. En el Colegió Nacional Pinillos estudiaron algunos de los hombres más importantes de la región.

Conocimos a la ciudad arborizada con frondosos árboles llamados “maíz tostado”, en mototaxi, su mejor método de transporte. En el cementerio visitamos las tumbas del General Maza, prócer de la independencia, el poeta Candelario Obeso y de algunos miembros de las familias fundadoras del pueblo, como los De German Ribón. Decenas de gatos se han convertido en guardianes de la pequeña capilla donde, a la sombra de sus blanqueados muros, se protegen del famoso calor mompocino.   

Naturalmente, el lugar más bello, donde la brisa del río nos acompaña, es el malecón del río. Allí se encuentran algunas hermosas edificaciones coloniales, entre ellas el mercado, la Casa de la Marquesa y de San Rafael,  hoy convertidas en hoteles, las iglesias de la Inmaculada Concepción, San Agustín, San Francisco y, mi preferida, Santa Bárbara, al frente de cuyo magnífico campanario disfrutamos de un almuerzo costeño con fritos, embutidos, arroz “de pajarito”,  con tronquitos de plátano maduro, y pescado de río, además del excelente queso de capas mompocino.

Mompox tubo un importante desempeño durante la gesta libertadora. La frase de Bolívar, “Si Caracas me dio la vida, Mompox me dio la Gloria” está inscrita en un pedestal en uno de sus parques.

El segundo día navegamos por varias horas el Magdalena para visitar y nadar en algunas de las ciénagas y caños cercanos. El sol se fue poniendo sobre el espejo del río, ahora teñido con lenguas de oro y carmín. En algunas ceibas de agua retozaban familias de micos aulladores, mientras garzas, halcones, martines pescadores y escandalosos, amarillos “chicha fría”, planeaban sobre sus aguas en busca de pesca.

En 1959 Mompox fue declarada Monumento Nacional y en 1995 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Imposible partir de Mompox sin visitar un taller de filigrana y llevarse un recuerdito.  

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