Por Margarita Suárez
En su más reciente columna de El Tiempo, la exfiscal Viviane Morales, analiza la polémica racial que nos quieren “importar”. Francia Márquez en el debate de las fórmulas vicepresidenciales cuestionó al coronel Esparza: “¿Con qué derecho el hombre blanco puede debatir de la identidad y de la situación de los grupos que ha “dominado”, de las minorías “racializadas” y de las minorías sexuales?”. Sus palabras tienen la intención de meter a los colombianos en una guerra racista. No señora, para nosotros han sido orgullo la Negra Grande de Colombia (nombre artístico que ella escogió), Pambelé, El Tino, Francisco Maturana, María Isabel Urrutia, Catherine Ibargüen, el médico, antropólogo, folclorista, investigador y escritor Manuel Zapata Olivella, y muchos más, a los que apreciamos por valiosos, no por su color de piel. Candidata, en Colombia no cala el discurso racista, no queremos dividirnos aún más. Escribe Vivian: “A pesar de que (Francia) se empeña en monopolizar el concepto de lo ancestral y la voz de las regiones olvidadas, estoy absolutamente convencida de que su discurso se nutre de la ideología de moda entre las élites intelectuales de Nueva York y California. El discurso de Francia es una caja de resonancia de la izquierda woke, la forma chic de la izquierda americana que gana terreno especialmente en los encumbrados campus universitarios del norte de Estados Unidos…Los académicos neomarxistas encuentran muy rentable, o como diría Francia, sabroso, escarbar en la herida racial para demostrar que todavía hay una guerra racial y que mientras no sea superada se debe mantener un clima permanentemente insurreccional”. Esta ideología “abiertamente hostil a los principios de la democracia, que interpreta toda la realidad desde el ángulo de la raza o del género, y con la lógica de la opresión convierte los desacuerdos en cruzadas contra el racismo, contra el sexismo y contra las fuerzas de seguridad. Los individuos desaparecen, y para ellos solo quedan los grupos basados en su identidad. Solo dan lugar a que unos sean los opresores y otros los buenos, independientemente de sus actos”. Proclaman “amor ancestral” por la humanidad maldiciendo aquello que bautizan como “la herencia occidental blanca.” Así no es.