Por: Amadeo González Triviño
No podemos más que felicitar la creación literaria que fluye y se enriquece en la pluma del escritor caldense Jesús Rodolfo Agudelo Salazar, quien hace cerca de treinta y cinco años, se ha radicado en el Huila y ha sabido abrevar las experiencias, los golpes y la forma como el conflicto social, lo ha llevado a ofrecernos una pluma coherente, fácil de entender y difundir entre los nuestros, especialmente referida a los dramas sociales y los conflictos que en el entorno se viven a diario y se perpetúan cuando el hombre no ha entendido la razón de ser de su existencia y se deja llevar por las formas de liberar la venganza o las formas de odio y de represión que quedan latentes luego del dolor y la tragedia, y que nos marcan por siempre en la existencia.
El paramilitarismo, la guerrilla y el desenfreno de las fuerzas del orden que son protegidas por la institucionalidad, se dan cita en su lenguaje sencillo, para desnudarnos este mundo que nos acosa, y quizá como sostenían algunos lectores de la novela que está presentando el maestro Jesús Rodolfo Agudelo Salazar: “Uno, Dos… ¡Tres demonios!”, ha de servir de testimonio de un drama que trasciende la realidad, porque la realidad misma está circundada por una fantasía que en la mayoría de los casos, parecen ficción, pero se confunden con eso que nunca nos habíamos imaginado, y terminan siendo una sola razón de ser, una sola forma de vivir o de morir en una simbiosis extraña, donde la muerte es vida y la vida es la muerte misma.
Para un asistente al acto, el profesor Hermes, la obra tiene que servir de trasfondo para que en una elaboración de la argumentación jurídica, se analice a profundidad todo el tema que tiene que ver con los desajustes de la personalidad, las crisis psicológicas de los seres humanos, cuando deben cargar en la vida, las secuelas de todas las formas de violencia, máxime de aquellas de las que ha sido partícipe en forma pasiva, del dolor y la angustia represada de ese caos social y vivencial que a muchos les ha tocado palpar, sentir y que llevan por siempre marcada en su existencia. Creo luego de conocer algunos tratadistas de las ciencias penales, que le asiste toda la razón al lector, pero que desafortunadamente la administración de justicia y sus operadores, que viven de espaldas a la realidad, nunca entenderán esta simbiosis de la razón social por la que hemos vivido.
Y sin lugar a equivocarnos, es altamente gratificante que el maestro Agudelo Salazar, persista en su obra con ese papel de dejar una huella, marcar un camino y presentarnos la visión de un mundo que muchas veces nos negamos a aceptar y que su literatura poética, narrativa se contagie permanentemente para bien de sus seguidores y lectores ávidos de conocer su pluma, amén de otros textos literarios con los que nos ha enriquecido y que tienen que ver con la literatura infantil y la forma de evocar sus experiencias y su vida, en una estrategia del escritor por sumar entre su obra, sus sueños y sus realidades.
Auguramos todos los éxitos y nos congregamos en torno a esta obra, ya que la protagonista al igual que muchos seres se encuentran en su condición: “Ella no tiene la culpa de nada, porque esa es su naturaleza, la que le forjó en su alma tanto sufrimiento, tanta violencia y tanta humillación, y no puede obrar de otra manera. Ese fue su horroroso destino. La vida le ha dado muy duro y la hizo así, agresiva, violenta.”
