Por: Luis Guillermo Vélez Cabrera
Abogado
La verdad, sí. Sí podemos estar peor. Mucho peor. Y no es por lo que haya hecho este Gobierno, que no es mucho. La economía naranja ameritaba, si acaso, un documento Conpes; la paz con legalidad acabó siendo un slogan: nos quedamos sin la paz y con una ilegalidad rampante; estamos, ahora sí, nadando en coca; tenemos unas fuerzas militares politizadas como nunca en los últimos 60 años; la “cero mermelada” le produjo un coma diabético al Congreso; el cambio de régimen en Venezuela no pasó de un concierto en la frontera; la confianza inversionista derivó en un estallido social que llevó a la pérdida del grado inversión; el dólar está en su punto más alto de la historia; tenemos dos cancilleres y ninguna política internacional y casi nadie se acuerda de los nombres de los ministros.
Solo el manejo del plan de vacunación parece sacar la cara ante la opinión pública y será tal vez la única razón por la cual el legado presidencial no estará a los niveles de José Manuel Marroquín o de Miguel Abadía Méndez. Pero, digo, podemos estar mucho peor.
Los avances sociales y económicos de los últimos 20 años son reales. La seguridad democrática -y su consecuencia lógica, las negociaciones de paz- destruyeron a los dos principales factores de violencia organizada del país, los paramilitares y las Farc (lo que subsiste son las boronas).
La clase media ha crecido, tenemos un servicio de salud universal e ilimitado, podemos viajar a decenas de países sin visa, se garantizan los derechos de las minorías, se respetan los derechos reproductivos de las mujeres, la pobreza extrema se ha reducido significativamente, tenemos ciudades que son ejemplo en el mundo (Medellín) y, en general, vivimos en un país en órdenes de magnitud mejor que el que existía a mediados de los años 80.
Siendo justos, además, hay que reconocer que la recuperación económica pospandemia, aunque frágil, es significativa. Las élites colombianas que hicieron que esto fuera posible, sin embargo, perdieron el dominio de la narrativa. La mediocridad del actual Gobierno es solo una de las razones. La frase de moda, la que se escucha en las calles, es que hay que votar por Petro “porque no podemos estar peor”, como si el pasado, ese que ocurrió antes de la apertura económica, del boom energético, de la Ley 100, de la seguridad democrática y de la Constitución del 91 hubiera sido una especie de paraíso perdido donde debemos regresar. “Vivir sabroso” parecer ser la versión criolla de “Make America Great Again”.
Con licencia para destruir, el petrismo -de llegar al poder- se aplicará con dedicación a la tarea. El desmonte de la infraestructura legal e institucional que hizo posible el progreso innegable de las últimas décadas va a garantizar que estemos peor en el futuro. Hay evidencia empírica: ninguno de los países latinoamericanos que ha decidido “cambiar el modelo” ha progresado. Pero no vayamos tan lejos, basta con preguntarle a cualquiera de los millones de refugiados venezolanos que piden limosna en las calles colombianas si es verdad que no se puede estar peor.