Alba Diela Calderón Parra
Estamos pasando por momentos de gran incertidumbre y son más los interrogantes acerca del futuro del país y la sociedad, que las certezas; dentro de nosotros existe una preocupación, una llama titilante que sueña con mejorar este estado de cosas. Todos deseamos aportar nuestro granito de arena para crear un lugar mejor para nuestra familia, seres queridos, grupos humanos en los que nos desenvolvemos y sociedad en general. Por lo general, tendemos a mirar hacia afuera: queremos hacer el cambio en la clase dirigente, la clase política, los servidores públicos, en las calles, pero olvidamos que todo empieza desde nuestro hogar. Con acciones pequeñas podemos sembrar semillas que den bosques. Una forma de lograrlo es a través de la honestidad. Nuestra casa es el hogar de la honestidad, es donde nace, crece y se esparce. Si desde este espacio practicamos la honestidad, la vivimos y la contagiamos a los demás, crearemos una familia honesta.
La palabra honestidad proviene del latín honestĭtas, honor, dignidad, consideración de honesto y se definecomo un conjunto de atributos personales, como la decencia, el pudor, la dignidad, la sinceridad, la justicia, la rectitud; los honestos son: honrados, honorables, auténticos, íntegros, transparentes, sinceros, francos, valientes en la forma de ser y de actuar y no antepone a estos sus propias necesidades o intereses. La honestidad es un valor moral fundamental para entablar relaciones interpersonales basadas en la confianza, la sinceridad y el respeto mutuo.
La honestidad es el valor que nos permite vivir una vida congruente, es decir, que lo que pensamos, sentimos y hacemos está en sincronía. Una persona honesta sabe diferenciar entre lo que está bien y mal, actúa con base en valores inclinados al bien común y siempre apoyará la verdad, justicia y amabilidad. La honestidad verdadera permea todos los aspectos de la vida de una persona: se manifiesta socialmente, pero también en el entorno íntimo del individuo, en su vida interior.
En una persona honesta, incluso los actos más pequeños están regidos por la honestidad. Informarle al vendedor que se ha equivocado a nuestro favor con el cambio, devolverle al anciano el billete que se le acaba de caer, cumplir con nuestras obligaciones aun cuando nadie nos vaya a gratificar por ello, vigilar nuestras palabras en la medida en que estas puedan herir o afectar a terceros, guardar discreción ante aquello que lo amerite, ser prudentes en el manejo de nuestros recursos tanto económicos como personales, asumir la responsabilidad de nuestros errores, rectificar y corregir cuando sea necesario, ser leales y transparentes en nuestras relaciones con los otros; todo ello no es sino una breve enumeración del largo catálogo de acciones donde podemos manifestar activamente nuestra honestidad. Una persona honesta actúa con rectitud, aunque nadie lo esté viendo. Ahí se encuentra su valor: no buscar gloria, ni aplausos de los demás.
Un individuo socialmente honesto se mantiene apegado a los principios del buen obrar en todos los actos que constituyen su interacción con los demás: en el trabajo, en el tráfico, en su comunidad, en sus estudios, ante el Estado; asimismo lo hará en su vida más íntima, en sus relaciones afectivas, de amistad y familiares; e igualmente en su vida interior, es decir, en aquellos aspectos de su vida que no está obligado a compartir con los demás, como sus sentimientos, sus ideas, sus gustos e intereses. Un individuo honesto, en definitiva, es ante nada honesto consigo y, por lo tanto, no se traicionará a sí mismo.
Existen muchos obstáculos para la práctica de la honestidad, entre ellos: la impunidad insertada en las altas esferas de la justicia y de control, que demuestra que se pueden violar las leyes y traicionar los compromisos sin que ocurra nada; el éxito de los vivos y corruptos, que hacen parecer ingenuos a los honestos, pues trabajan más y consiguen menos que aquellas que viven de la trampa y el fraude al erario público; la falta de estímulos y reconocimientos a quienes cumplen con su deber y defienden sus principios y convicciones a pesar de las dificultades que esto les puede acarrear.