Por: Carlos Tobar
A pocas horas del cierre de la primera vuelta presidencial los resultados son sorprendentes. No creo que haya un solo analista que hubiese previsto el resultado. Aunque las últimas encuestas mostraban al candidato Rodolfo Hernández con una tendencia creciente y con “posibilidades” de derrotar a la fórmula oficialista de Fico Gutiérrez, la afirmación era muy tenue.
Lo cierto es que el resultado con Gustavo Petro con 8 millones y medio de votos, los casi 6 millones de Rodolfo Hernández, los cinco millones de Federico Gutiérrez, los 900.000 de Sergio Fajardo y los algo más de 300.000 votos entre John Milton Rodríguez y Enrique Gómez, descuadra todas las cuentas de los aspirantes a la presidencia.
El primer derrotado es el uribismo y los partidos tradicionales que, por primera vez no van a tener un candidato de sus entrañas aspirando a la presidencia. Es el final de Álvaro Uribe como prohombre de la política colombiana. Mucho daño le hizo a sus propias banderías oficialistas, incluyendo el partidito de su creación que queda al borde de la extinción. Sus militantes volverán, como el hijo pródigo, a sus partidos de origen. Se llevó de calle hasta su último fichaje: el médico Rodrigo Lara, una veleta política que quedó en su plata.
El segundo gran derrotado es la pretendida polarización que quería sacar réditos de la insatisfacción ciudadana contra los gobiernos incapaces y corruptos de las élites. Sobre todo el petrismo que, para tratar de ganar a toda costa se valió de cuanta argucia encontró para descalificar a cualquier fuerza intermedia de la sociedad que le pudiera competir: lo que hicieron las bodegas petristas con Sergio Fajardo fue de una miserableza tan despreciable que, no va a tener perdón político. En un momento en que ya agotaron todos sus posibles aliados, incluyendo los corruptos que recogieron en su tortuosa campaña del “todo vale”.
El ganador es indudablemente Rodolfo Hernández, un exalcalde populista que sin gran consistencia política, pero con un enfoque simple de la “derrota de los corruptos”, terminó rompiendo la polarización entre “izquierda” y “derecha” y, se elevó a los ojos de la ciudadanía como una opción diferente y, sobre todo independiente. Una ciudadanía que ya estaba “hasta la coronilla” con el corrupto régimen uribista, cuyo representante el presidente
Duque se irguió como el ejemplo de la desvergüenza y la ineptitud y, que buscaba una alternativa. Pero, que tampoco quería seguir al petrismo por la desconfianza que despertaba.
Los señalamientos de que Hernández es un “uribista camuflado” son patadas de ahogado. Lo cierto es que como candidato se volvió un referente para la mayoría de los sufragantes colombianos.
Algunos, tenemos dudas de sus capacidades pero eso será “harina de otro costal”. Frente a las elecciones del 19 de marzo la suerte parece estar echada: un “viejito” va a liquidar en menos de dos semanas a las poderosas maquinarias que se disputaban el poder. Nuevos vientos soplan para Colombia.
