Por: Ana Patricia Collazos Quiñones
Tinta fresca
A lo largo de muchos siglos, la cultura, y especialmente la cultura intelectual, estuvo signada a hacer parte de pequeñas élites, las cuales fueron depositarias del acceso al conocimiento y fueron las únicas que tuvieron la posibilidad de escribir la historia o de hacer parte de ella.
Por fortuna, el arte y las expresiones culturales han dejado de ser un bien exclusivo de los ilustrados para entenderse como una expresión de la humanidad a la cual todos tenemos libre acceso y donde todos podemos llegar a manifestar nuestra sensibilidad.
Máximo ahora, cuando desde un dispositivo podemos conectarnos con las ofertas artísticas de cualquier parte del mundo, sin límite de territorio ni de idioma, y mucho menos de clase social.
La literatura huilense de finales del siglo XX, es una pequeña muestra de cómo la cultura emergente ha sido fundamental en el desarrollo de la región. Paralelo al aporte fundacional de los maestros de Lengua Castellana de la USCO, un movimiento cultural vio el surgir de nuevas voces poéticas desde la periferia.
En esas veladas bohemias de los noventa, pero también a bordo de un taxi, apareció Rubén Darío Rodríguez Charry. Un joven taxista que declamaba de memoria sus poemas y que luego, desapareció de la escena para retomar, hoy en día, con un bello poemario que presenta ante todos nosotros. Un libro titulado Amores Pasajeros, que se gestó desde 1995 y que, en este año, sorprende el mundo editorial, no solo por la calidad de sus textos, sino también por la bella ilustración que lo acompaña y que es autoría del también huilense, Juan Perdomo.
Así como Rubén Darío, cada día encontramos nuevas voces literarias en los lugares menos pensados. En Isnos, en medio de las labores agrícolas, un desconocido, pero gran poeta prepara con mucho esfuerzo su primera producción editorial, y así como él, muchos jóvenes aspiran a tener una oportunidad de mostrar su trabajo literario.
Con admiración, vimos que casi todos los ganadores de la más reciente versión de los concursos literarios fueron jóvenes. Qué alegría para la cultura del departamento, sobre todo, en un contexto donde la masificación de lo virtual nos hiciera pensar que estas nuevas generaciones no quisieran acceder la lectura y la escritura.
El arte y la cultura, no escogen estratos o posiciones determinadas. No se trata de ricos o pobres, pero cuanto enriquece la oportunidad de acceder a las letras o a la inmensa gama de expresiones artísticas que nos hace mejores seres humanos.
