Diario del Huila

Nos jugamos el futuro

Jun 18, 2022

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Ernesto Cardoso Camacho

La elección de este próximo domingo tiene un significado muy especial y se trata nada menos que de jugarnos el futuro. Pero ese futuro es vital para las nuevas generaciones de colombianos, aunque desde luego también será trascendente para quienes hoy somos padres y abuelos.

Las opciones que tenemos para escoger son diametralmente diferentes. Más allá del tema ideológico y político entre izquierda y derecha que tanta polarización e incertidumbre ha generado; se trata de escoger entre un modelo económico, social y cultural ofrecido por el candidato Petro, en el cual, los riesgos son evidentes; frente a la propuesta de Rodolfo Hernández que ofrece un cambio fundamental en el modelo político, manteniendo y mejorando el sistema económico de libre empresa; la estabilidad institucional; los valores democráticos y las libertades ciudadanas.

Los riesgos evidentes que caracterizan la propuesta de Petro se identifican por diversos factores y circunstancias. En su acostumbrado populismo demagógico ofrece ríos de leche y miel, estimulando las diferencias sociales entre ricos y pobres. Anuncia subsidios a granel con altísimo costo fiscal para el Estado, cuando el próximo gobierno tendrá que enfrentar y resolver un déficit cercano a los 70 billones de pesos y una deuda pública superior a seis puntos del producto interno bruto; panorama que se agrava con el entorno económico mundial de altísima inflación y unos conflictos geopolíticos que afectarán aún más las pesimistas expectativas de crecimiento y productividad.

En estas difíciles circunstancias, reitera su intención de suspender las nuevas exploraciones petroleras y anuncia su total oposición a la técnica del frackin para las explotaciones no convencionales de petróleo; sin considerar responsablemente; que la renta petrolera significa un 12% de los ingresos de la Nación, recursos con los cuales se financia buena parte del desarrollo regional y un 70% de los programas sociales que benefician a los sectores más desprotegidos de la población. Y como si esto fuere poco, propone una nueva reforma tributaria para recaudar 50 billones de pesos, olvidando que una carga tributaria de esa dimensión afectará la capacidad productiva de las empresas grandes, medianas y pequeñas, que son las que generan el empleo formal para millones de colombianos, cuando de lo que se trata con urgencia es acabar de recuperar los empleos perdidos por la crisis de la pandemia y aumentar las oportunidades laborales para los casi 3 millones de ciudadanos sin trabajo.

Sin embargo, la mayor incertidumbre y desconfianza que genera su propuesta, se relaciona con su bien conocida identidad ideológica y política con las experiencias populistas del régimen bolivariano inspirado por Chávez y mantenido por Maduro; extendido luego a Nicaragua; el Brasil de Lula; la Argentina de los Crisner y recientemente exportado a Perú y Chile; países donde han florecido las dictaduras y el marchitamiento de las libertades democráticas. Incertidumbre que conlleva a desconfiar de su promesa reciente, de apenas unos días, de que no se atornillará en el poder como ha ocurrido en esas naciones. Su credibilidad es tan precaria que ha tenido que acudir a firmar ante Notario.

Por otra parte, habiendo sido el candidato Petro un permanente opositor del establecimiento, ahora en actitud de franca hipocresía y con el propósito de alcanzar el poder por la vía democrática; se ha rodeado de la crema y nata de la politiquería corrupta tradicional; donde han acampado muy orondos el Roy Barreras, Benedety; Piedad Córdoba; Samper; Santos; la cúpula de los ex farc; etc, queriendo ocultar su piel de lobo vistiéndose con piel de oveja.

En contraste, la opción del Ingeniero Hernández ha logrado cautivar a la gran mayoría de colombianos con una candidatura novedosa que rompe los esquemas de la politiquería tradicional, sin dogmatismos banderizos y con admirable sencillez; donde su principal compromiso es combatir a los corruptos de todas las pelambres; administrar los recursos públicos con eficiencia, honradez y austeridad; mejorar la productividad económica para ofrecer reales oportunidades de trabajo; combatir la pobreza y la inequidad social; pero al mismo tiempo garantizando la seguridad ciudadana y las libertades democráticas; restableciendo la autoridad y el orden que nos permitan la sana convivencia y afianzar la paz.

Son dos estilos diferentes; dos visiones de desarrollo y prosperidad antagónicas; dos opciones que se contrastan en sus trayectorias y credibilidad.

A quienes censuran con cierta desconfianza la edad del Ingeniero bastaría recordarles el proverbio 16,31 que dice “ ..corona de honra son las canas “. Muchos de los grandes estadistas y líderes del mundo han alcanzado su máxima capacidad de servicio y de influencia en la sociedad siendo ya mayores de 70 años. Además, su fórmula vicepresidencial es prenda total de garantía por su preparación académica y científica; su honorabilidad; y sus convicciones democráticas. Es muy en serio. El domingo nos jugamos el futuro.   

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