La columna de Toño
Por el P. Toño Parra Segura
padremanuelantonio@hotmail.com
El pueblo judío era muy acogedor y al huésped se le trataba con respeto y cariño; se le saludaba de beso, le lavaban los pies y compartían con él el alimento. Jesús les había dicho a sus discípulos que en las casas donde los recibieran podían comer y disfrutar de la paz hogareña.
No fue ajeno a estas realidades, inclusive la de tener una casa de amigos donde seguramente descansaba en sus largas jornadas y entraba en intimidad como lo insinúa San Lucas con las palabras que le dice Marta, “Señor no te importa que mi hermana me deje tan sola en el servicio… dile algo, que me eche una mano”; estas son expresiones naturales de familiaridad y confianza.
Pero Jesús aprovecha toda ocasión de encuentro para dejar mensajes prácticos.
Aquí no hay teorías, ni elucubraciones sobre lo que se puede hacer o no, sino la puesta en marcha de dos actitudes cristianas.
Al reprochar a Marta su activismo, no le quiere decir que sea malo lo que está haciendo, más cuando se trataba seguramente de prepararle la comida o cena.
Lo defectuoso de Marta no era su actividad de servicio y de limpieza de la casa normal en todas las viviendas, sino la actitud que inspiraba esa actividad. Así le dice con mucha ternura: “Mira Marta, andas inquieta, afanada, impaciente con ‘tantas cosas’, sólo una es necesaria”. Aquí no se trata de enfrentar como comúnmente se oye la contemplación de María con la actividad externa de Marta. Jesús alaba a María no porque no actuara, sino porque se tomaba el tiempo para encontrarse con el huésped Jesús, para escuchar su palabra; era otra forma de acción, mucho más profunda porque al encontrar a Jesús lo hace como inspiración fundamental de sus compromisos. María es modelo cristiano no porque contemplara y no actuara, sino por la unidad que establece entre ambas cosas: entre el encuentro personal con Jesús en la oración y el encuentro de Jesús en los demás.
El activismo es una caricatura de la actividad cristiana, produce inquietud nerviosismo, máscara de puntualidad, se vive mirando el reloj, criticando al que llega cinco minutos después de la cita: los motivos son quedar bien, impresionar por la puntualidad, por la eficacia con prejuicio de la propia paz y de paso le quita la paz a los demás. No hay cosa peor que un activista alborotado e impaciente.
Jesús exige esfuerzo, rendimiento, trabajo y en sus invitaciones siempre estimula a la eficacia, recordemos la parábola de los talentos; pero la cosa necesaria, la mejor parte que Él insinúa a Marta es la relación personal con el Señor en la escucha de la palabra. Jesús es una persona real, que tuvo amigos, que lloró cuando uno de ellos, precisamente el hermano de Marta y de María se murió en su ausencia.
El sentido de la amistad con Jesús dará sentido a toda nuestra vida y nos enseña a mejorar la amistad con los hermanos que hay que evangelizar.
El trabajo excesivo cansa y fatiga e inquieta, la contemplación verdadera la de María la Virgen y la de la hermana de Marta ponen a Dios como el absoluto necesario para que Él nazca y crezca en el corazón propio y en el de los demás. Ojalá que cada casa nuestra fuera como la de Betania para hospedar al Señor y escuchar su palabra, lo demás es menos importante y nos inquieta demasiado.