La columna de Toño
Por: Toño Parra
Iniciamos con el miércoles de ceniza el tiempo fuerte de la Cuaresma como preparación para la Pascua, que es la fiesta de la liberación del cristiano.
Cada año lo repetimos, pero este año se nos presentó un poco diferente, y de pronto el signo externo se quedó sin la realidad que exige como tantos otros signos. Detrás de cada signo debe estar la experiencia del cambio.
Hacemos alarde de la señal de la cruz y se nos olvida que somos templos de la Trinidad; nos colocamos la camiseta con los colores patrios y somos el descrédito de la Patria con la violencia, la injusticia y la droga que nos marca en el extranjero como seres peligrosos; apenas salimos de las fronteras patrias el pasaporte es un estigma para indagaciones inesperadas. Se envían signos los enamorados y van envuelto de infidelidad y engaño.
Hoy el Evangelio nos advierte que el tiempo es corto, que los plazos se cumplen con la severidad y urgencia que Cristo nos invita libremente a crecer en el Evangelio y a cambiar de vida.
El Reino de Dios ya está en medio de cada uno, si crece o se estanca es culpa de cada uno, porque se nos dieron los medios para extenderlo.
La vida del hombre es una lucha y una tentación continua. Marcos nos presenta a Jesús una vez bautizado, listo para iniciar su misión que también tenía un plazo corto de tres años. Lo inicia llevado por el Espíritu Santo con un largo espacio de desierto. Él no lo necesitaba, pero quiso ensayarlo para que nosotros que tenemos tanto afán de vivir, reflexionáramos en la cortedad de la vida y en los peligros de no vivirla bien. Satanás que es espíritu siempre es el enemigo del hombre y de Dios y ha sido dejado para que lo venzamos como lo hizo Jesús.
Clásica las tres tentaciones de Jesús que no enumera San Marcos, pero sí San Mateo y San Lucas: el placer significado en la comida, el poder que inspira orgullo y vanidad, y el tener que nos hace idólatras de las cosas y del mundo. San Juan la reduce a tres concupiscencias, la de los ojos, la de la carne y la soberbia de la vida.
Jesús quiso permitir al Demonio que lo tentara para decirnos que la tentación no es ni buena ni mala, sino una ocasión para probar nuestra libertad.
Hoy, la mayor tentación es la de la vida: no se quiere dejar nacer a los niños y se pretendan que los ancianos descansen en paz antes de tiempo con la eutanasia.
¿Como la vida ya no vale nada, entonces con qué valores se sostiene? Si le negamos a Dios la potencia para darla y para quitarla, no nos extrañemos de tanta atrocidad y sevicia como la que vivimos en estos días. A eso no se llega de un momento para otro; es un proceso degenerativo de valores y se llega a ser matón de profesión. Se han perdido los signos de “amor y de unidad” y pretendemos recuperarlos con simples prácticas exteriores de ceniza, misas, rezos, procesiones y peregrinaciones, agua bendita y estampita de los santos. La conversión es otra cosa, es cambio de mente y de corazón. Es bajar del pedestal del orgullo, es compartir con el que tiene hambre, es practicar la justicia casera y oficial. Nos queda el desafío para esta cuaresma de 2015, que puede ser la última. El Reino, el Evangelio está pidiendo pista para invadir al mundo, respondamos a los signos de los tiempos que son malos con una verdadera conversión o cambio de actitudes. La actitud es la respuesta a la mente. Utilicemos el 95% de nuestra inteligencia que ha estado vacío, en ser hombres nuevos, en un tiempo corto y recordemos que “la vida no le permite a nadie corregirse a deshoras”.