Comer sano se ha convertido en el mejor equilibrio tanto para el cuerpo como para la mente. Es por lo anterior que se han empezado a tratar problemas psiquiátricos con un campo emergente llamado psiquiatría nutricional. Su objetivo es apoyar el tratamiento de las condiciones de salud mental con cambios en la dieta y el estilo de vida.
Es algo que quizás hayamos dado por sentado en el pasado, pero tiene mucho sentido que los alimentos que comemos tengan tanto efecto en nuestro cerebro como en el resto de nuestro cuerpo. Una de las razones por las que nuestras elecciones alimentarias afectan tanto a nuestro cerebro es que nuestro sistema gastrointestinal -o lo que se conoce más comúnmente como “el intestino”- está estrechamente conectado con el cerebro.
El intestino alberga billones de microbios vivos que desempeñan muchas funciones en el cuerpo, como sintetizar neurotransmisores que envían mensajes químicos al cerebro para regular el sueño, el dolor, el apetito, el estado de ánimo y las emociones. De hecho, existe una red tan intrincada de interacciones entre ambos que el intestino ha sido apodado el “segundo cerebro”.
Formalmente, la relación entre ambos se denomina conexión intestino-cerebro o eje intestino-cerebro. Todavía nos queda por aprender, pero las investigaciones que sugieren que los alimentos que ingerimos influyen en la salud de las colonias de microbios del intestino, que posteriormente influyen en nuestro cerebro y, por tanto, en nuestra salud mental y emocional. Existen pruebas de que ciertos patrones dietéticos pueden ayudar a reducir los síntomas de la depresión, la ansiedad y el estado de ánimo en general. Acá, algunos.